A menudo escuchamos a escritores que dicen que no les interesan los lectores, que no piensan en ellos, que los lectores los tienen sin cuidado. Mienten. No hay autor que se precie que no escriba ni una línea sin pensar en el lector. Aunque sí es verdad que se piensa en los lectores de formas muy diferentes según el caso. Esto no significa en absoluto que haya que escribir para los lectores, pensando en complacerlos, o en no ofenderlos, temiendo sus opiniones o sus juicios. Imagino que es eso a lo que se refieren los escritores que dicen que no les preocupan los lectores y, en ese sentido, tienen razón. Pero eso no implica escribir para uno mismo o ignorar que lo que se escribe está destinado a ser leído por otra persona, es un hecho que escribiremos muchos mejores textos si tenemos en cuenta al lector que si lo ignoramos por completo.
Cómo funciona un cuento
El cuento y la novela tienen muchos elementos en común: se inscriben en la narrativa, están escritos en prosa, nos presentan una historia que se desarrolla a partir de una serie de personajes. Sin embargo, esas similitudes no deben hacernos perder de vista las radicales diferencias entre ambos formatos. Y no se trata solo de las más evidentes, como la extensión, sino de otras más sutiles pero tanto o más importantes, como su modo de funcionamiento. El cuento y la novela trabajan de modo distinto. Destinaremos este artículo a entender cómo opera el cuento.
El punto de vista
“Un golpe de dados nunca suprimirá el azar”, escribió el poeta simbolista Stephane Mallarmé. Sin tantas expectativas, tomemos un dado y arrojémoslo sobre la mesa. Detengámonos un segundo a observar: vemos la cara blanca superior con tres orificios negros que señalan el número 3, y dos caras laterales, que designan, supongamos, los números 5 y 6. ¿Y las otras caras? Si no hemos revisado el dado antes de arrojarlo, solo por un acto de buena fe, podemos conjeturar que contendrán uno, dos y cuatro orificios negros, pero, ¿si estuvieran en blanco? ¿Si repitieran los mismos números? ¿Si tuvieran diez, doce y ocho orificios? No podemos saberlo con absoluta certeza, desde el lugar en el que observamos. Para cerciorarnos deberíamos levantarnos y girar hacia el otro lado (y aún así quedaría un lado oculto) o tomar el dado y hacerlo girar entre nuestros dedos, y aún así solo veríamos algunas caras por vez, pero jamás las seis al mismo tiempo.
El narrador
A menudo olvidamos que la literatura nació como un arte oral. En sus orígenes y durante miles y miles de años los seres humanos se agruparon alrededor del fuego o bajo una bóveda estrellada para escuchar historias que eran contadas por personas especialmente entrenadas en el relato oral. Para culturas que desconocían la escritura, esa era la forma de transmitir sus tradiciones y creencias, mitos, leyendas y conocimientos y traspasarlos de generación en generación. Los contadores de historias eran especialistas en ese arte: poseían una memoria prodigiosa y contaban con numerosos recursos para capturar la atención de su auditorio y hacerlo vivir las experiencias y vicisitudes de los protagonistas de sus relatos.
La descripción 3/3 (Tercera parte: la descripción como recurso)
Arribamos a la tercera y última parte de esta serie de artículos dedicados a la descripción. Ya hemos revisado sus características y cómo realizar una buena descripción, sobre todo a partir de la atención a los detalles y la apelación a los sentidos. Ahora, me gustaría finalizar este breve recorrido señalando algunos posibles usos de la descripción como un recurso literario. Ya que, si bien la descripción tiene una función utilitaria dentro de la historia (dar cuenta de un referente real o imaginario) a esa función podemos agregarle otras, expresivas, en la que la descripción es capaz de desplegarse para alcanzar otros usos y producir nuevos sentidos.
La descripción (Segunda parte: técnicas descriptivas)
Ya hemos visto en líneas generales en qué consiste la descripción y cuándo y cómo aplicarla. Ahora vamos a explorar algunas técnicas que nos permitan elaborar una buena descripción.
La descripción (Primera parte: la función descriptiva)
Uno de los principales problemas que suelen presentarse al empezar a escribir es el de la descripción ¿Qué describir? ¿Cuánto describir? ¿Cómo describir? Esto se debe, en parte, a la propia naturaleza de la descripción que es, en principio, inagotable. Podemos intentar subsumir gran parte de los interrogantes que suscita el tema en dos grandes enfoques: el de la función y el de la técnica descriptiva.
El comienzo
El comienzo es uno de los momentos claves de un texto literario. Prueba de esto es que si lo intentamos, seguramente podremos recordar muchos más comienzos que finales de cuentos y novelas. Pero además, el comienzo reúne características únicas y cruciales; las decisiones que se tomen ahí afectarán al resto de la obra. Read More