El fin del relato nacional │ No Retornable

por C.Castagna para No retornable │ 2012

Lo más increíble de todo fue enterarme de que Ariel Idez (Buenos Aires, 1977) escribió la primera versión de esta novela a la tierna edad de 26 años. Saquen cuentas: no sé ustedes, pero yo a esa altura andaría perdiendo el tiempo en algún boliche de la zona del Almagro (atendido por enanos sexys), naufragando en un Gin Tonic demasiado fuerte, todavía aturdido por la tristeza de haber sido separado de mis dólares. Casi una década después, el tiempo y los dólares son dos bienes que escasean, no así las referencias a La última de César Aira, la obra editada por Pánico el Pánico (en su magnífica colección Potlach) que causó una pequeña gran revolución y rápidamente se convirtió en la sensación editorial del momento. Pero, ¿cómo decir algo medianamente inteligente, o al menos interesante, después de todo lo que ya se dijo?

“Vos cerrá los ojos y apuntale fuerte al medio”, fue el consejo del autor más buscado, ante mis dudas con esta reseña. Bueno, le hago caso; cierro los ojos y veo qué pasa. Empecé hablando de la edad de Idez al momento de escribir su primer novela, porque si hay algo que llama la atención es la total libertad o aparente inconsciencia con la que llevó adelante esta empresa. Que en realidad podría ser leída como una especie de tesis, a través de la cual intenta demostrar que es posible generar un artefacto narrativo que combine los elementos del estilo Aira, pero que a la vez pueda funcionar de manera autónoma, independientemente del escritor u operario de la máquina (Idez, en este caso). Podemos suponer que si hubiera imaginado que el libro a) llegaría a publicarse alguna vez, ó b) tendría la repercusión que está teniendo, no hubiese escrito nada. Demasiada responsabilidad la de ser punta de lanza del recambio generacional. Pero no sólo demostró que dicha máquina narrativa es posible, sino que el resultado de esa comprobación son estas 211 páginas. Vamos desde el principio.

Dante, El enano más sexy del mundo, el héroe de belleza irresistible, es un escritor en busca de inspiración que decide dejar atrás su pasado como trabajador sexual y buscar un empleo que le permita ordenar su vida y tener tiempo para dedicarse a la escritura. Así ingresa en el mundo de los paseaperros y aprende sus rudimentos básicos. A la vez, empieza a notar que algo extraño se oculta detrás de la masiva cantidad de novelas que Aira está a punto de publicar. El enano comienza una serie de investigaciones que lo sumergen en un espiral de acontecimientos cada vez más complejos e inverosímiles, con la ominosa presencia Aira en el centro. La figura del inagotable escritor de Pringles se vuelve cada vez más grande y atemorizante a medida que avanza el relato, poblado de personajes de lo más estrafalarios que guían y acompañan a Dante en su aventura. Figueraz El típico puto nazi, Leandro el dealer literario, los taiwaneses peronistas, el gurú literario Luis Chitarroni y el poeta Arturo Carrera (estos últimos directamente llevan el nombre de figuras reconocidas de la literatura y la poesía contemporáneas). El mismo Aira pasa de ser sólo una sombra influyente al principio, a convertirse en un criminal en fuga permanente conforme avanza la trama, constituido como jefe supremo de una organización delictiva que pretende destruir la Argentina. ¿Cómo? Dinamitando el “relato nacional” (oportuna alusión a un debate actual) por saturación de novelas que llevan su firma. Lo que hará posible tal cantidad de publicaciones en simultáneo es esa máquina narrativa creada por él, que produce novelas en serie a una velocidad superior a la capacidad de lectura, operada bajo tierra por un ejército de negros escribas. Como una metáfora del Aira real, las investigaciones de Dante siempre lo llevan a lugares de los que éste acaba de irse. El contacto más cercano que llega a tener con el autor ocurre en la escena donde sólo se oye una voz distorsionada en el portero eléctrico de una casa del bajo Flores.

En su diálogo con la escritura de Aira bajo la forma de la sátira-homenaje, en ese despliegue delirante, Idez nunca abandona la dimensión humana del protagonista (una marca del estilo aireano), lo que sostiene y hace avanzar la historia. Como parte de su operación narrativa ejercita un mecanismo del relato donde todas las piezas funcionan de un modo efectivo, coherente, donde la voz de cada personaje se impone alternadamente como elemento de cohesión de la trama. En cuanto a lo formal, Idez se maneja con la expresividad de las imágenes, a la manera de un cineasta. Hay descripciones muy hermosas, de una imaginación compleja, poética, precisa, que sitúan muy bien al lector en el clima de cada escena. Idez es un artista visual. “El escritor como artista visual” es un concepto introducido por Luciano Lutereau y Esteban Dipaola en referencia, justamente, a César Aira, en el prólogo de Karaoke, la primer antología de autores de Pánico el Pánico, de la que Ariel también forma parte. Allí, entre otras cosas, se postula la idea del karaoke como forma posible de la literatura post-noventas, esa década que ya dura veinte años, donde ya no importa el sentido, o el contenido, sino las variaciones, los cambios del contexto en la reinterpretación de una obra o autor conocido por todos. Combinar las dos ideas, la de la sátira-homenaje y la del karaoke, da como resultado lo dicho por Juan Terranova: que Idez es a Aira lo que el Luis Almirante Brown de Capusotto es a Spinetta.

La última de César Aira es una novela didáctica, de ideas, con aires de ensayo sobre literatura argentina. Una novela necesaria, que no podría haber llegado en mejor momento. Llega para despabilarnos y ajustar las coordenadas para saber por dónde pasa lo que está pasando. Si Aira desafiaba a la crítica (más a algún que otro lector desprevenido), con este novelón, con este puntinazo fuerte al medio Idez desafía al resto de los escritores de su generación. Si a partir de la fascinación con Aira uno podía pensar, en relación a la propia escritura, que cualquier dislate era posible como forma de disimular la falta de otros recursos, o lograr un efecto llamativo, con Idez ahora la vara queda un poco más alta. Lo cual es muy saludable. No queda otra que ponerse a escribir, y a escribir realmente bien.

Nota original: http://www.no-retornable.com.ar/v12/nuevo/castagna.html

La primera novela de Ariel Idez │ Hipercrítico

por Juan Terranova para Hipercrítico │ Marzo de 2012

1. ¿Existe el misterio Aira? ¿Podemos decir que existió? Acaba de aparecer editada por Pánico El Pánico, en su colección Potlach, a la que hay que estar muy atento, La última de César Aira de Ariel Idez. Desde luego, se trata de una novela. Y ya desde su título propone una serie de reflejos y sutiles laberintos bien tramados. ¿Qué es La última de César Aira? Plagio no, homenaje quizás, pero en el campo enemigo. Desde el título, insisto, hay algo de escalador desdeñoso que sube el pico más alto y clava la bandera sin accidentes, algo del tamborilero que atraviesa la batalla haciendo música. Y se puede decir que lo de Idez es, antes que cualquier cosa, una novela entretenida e inteligente. Y ahora bien, aclarado este punto, avancemos hacia el cristalino barro de los espejismos que propone.

2. ¿La trama? Sí, hay, simple, directa. Dante, cuyo epíteto es “el enano más sexy del mundo”, aspirante a escritor y miembro del ríspido pero cumplidor sindicato de pasea perros de Buenos Aires, comienza una lenta pero firme investigación. Quiere saber qué pasa con Aira, por qué es tan prolífico, qué esconde el novelista de Pringles. Lo que al principio surge como curiosidad enseguida se convierte en obsesión. Siguiendo los avatares de esta pesquisa, Dante que “había equilibrado arte y vida” deberá enfrentar a una poderosa fuerza que lo llevará cada vez más cerca del corazón del mal.

3. Llenando esta trama hay personajes. Muchos y muy excéntricos. Está el citado enano, héroe indiscutible del relato. Y lo acompañan Figueraz, “el típico puto nazi”; Maira, la prostituta virgen; el negro renegado Al Salamana; un entusiasta y atolondrado aspirante a joven editor que quiere fundar una “editorial independiente”; un dealer gordo y paranoico que trafica con libros mientras tilda a la literatura argentina de “patética y costumbrista”; un impresionante y asustado Arturo Carrera –centro de una escena de un altísimo contenido lírico–; el gurú literario Luis Chitarroni; un oráculo gauchesco; un enano negro gigante de rasgos mongoloides… También hay personajes corales, en forma de tribus urbanas, como los paseaperros o los skinheads, y otros más exóticos con formas de partidos políticos, como los taiwaneses justicialistas o los negros de una antigua logia seudo-masónica. Y finalmente está el mismo Aira, al que jamás vemos ni escuchamos, que se mueve como un fantasma, como una sombra omnipresente, y que se dedica a administrar prostíbulos, a traficar droga por túneles subterráneos y a montar la impresionante cadena de producción de sus propios libros.

4. Hay otros aciertos, lugares donde la novela se apoya para cerrar más allá del chiste. La última de César Aira revisa todos los lugares comunes que conocemos sobre la obra de Aira: El estilo “delirante”, su ostracismo voluntario, la cantidad de publicaciones que produce, que “cualquier cosa es posible” tratándose de él. Al mismo tiempo, Idez revisa el mercado editorial porteño, sus equívocos y sus faltas, y sobre todo la relación, ¿excéntrica? ¿previsible?, que Aira mantiene con el campo cultural.

5. Todas las novelas modernas tienen algo del Quijote. A todas les sobran páginas, todas reflexionan en algún momento sobre el pliegue que implica narrar. Es constitutivo del género y están en su nacimiento. Pero si todas las novelas tienen algo del Quijote, La última de César Aira tiene mucho. No en el recurso ya trillado de la triste figura y su Sancho, no en la ingenuidad de la cita, mucho menos en el gastadísimo tópico de la locura y la realidad, sino en las operaciones de lectura que se generan, de la autoconsciencia de narración, en el humor sobre esos dobleces. Así, La última de César Aira puede ser entendida como un valioso aporte –muy valioso– para finalmente saber qué es lo que hace Aira cuando escribe. Esta respuesta crítica, que durante mucho tiempo fue solo perplejidad y voces susurradas de iniciados, hoy nos resulta más blanda, más accesible. Toda la ingenuidad que encontramos en la bienintencionada tesis doctoral de Sandra Contreras, La vueltas de César Aira, donde se revisa al escritor de Pringles según sus propias directivas de lectura, aparece aquí disuelta en la risa del artefacto.

6. El mismo Aira se puso como personaje en algunas de sus novelas. Incluso en algunos títulos, como por ejemplo Las curas milagrosas del Doctor Aira. Pero una cosa es que lo haga él y otra muy diferente que lo haga otro. ¿La última de César Aira es un libro agresivo? Para responder a esta pregunta hay que decir que Idez copia bien cierto estilo y reproduce los giros, el vocabulario, los diálogos, las réplicas y retruécanos. Y compone también los personajes como dibujitos animados, planos, sin psicologías, listos para ser usados en el artefacto narrativo. Se trata entonces de un libro simpáticamente irónico, con toda la agresividad y la ingenuidad que eso implica. Y sigo: Más sutil, aunque no menos frontal, Idez es a Aira, lo que el Luis Almirante Brown de Capusotto es a Spinetta. Sin embargo, lo de Capusotto es más fácil. Hoy la sinestesia se ironiza sola. En cambio, las máquinas de Aira son mucho más complejas. Y ni hablar de la relación con sus lectores. El crítico cordobés Flavio Lopresti lo dijo con claridad: Aira tuvo hasta hace poco muy amenazada a la crítica. No es raro, visto en retrospectiva entonces, que sea el género novela el que mejor ventile sus procedimientos. Y así el gran mérito de Idez resulta ironizar al ironista. Reírse con él pero también de él. Rendirle homenaje, reconocerlo como punto de partida, pero después doblarle el puño, disputarle en su propio terreno la bandera –o mejor digamos el banderín– del sentido.

7. (Para sopesar con justeza la novela de Idez no hace falta más que consultar el intento de elogio y posicionamiento que realizó Tomás Abraham en su libro Fricciones, donde se narra el encuentro de Piglia y Aira en un bar de una mesa de Flores. La conceptualización ahí o sólo es torpe, sino que la lisonja que recibe Aira es básica y parece una monografía estudiantil con terminaciones de picaresca previsible.)

8. Existió un misterio Aira. Y el mismo Aira, dando entrevistas, repitiendo algunos de sus gestos, haciéndose finalmente viejo y reconocido, disolvió parte –no todo, no lo más interesante– de ese misterio. Parafraseando la atorada frase de T. H. Adorno, ¿podrá escribir Aira después de La última de César Aira?

9. Y otra pregunta, aunque más liviana, ¿qué escribirá  a continuación Idez? Como Aira, Idez conoce los secretos de la “formalización”, de la construcción de aparatos narrativos que a su vez producen más narración. ¿Veremos nacer La última de Fogwill, La última de Piglia, la última de Saer? La última de Rodolfo Walsh, entre el fan fiction y el fanatismo militante, la conozco. Se viene escribiendo desde hace mucho, y no me interesa. ¿Y La última de Guillermo Martínez? Bueno, esa existe. La escribió el mismo Martínez y curiosamente tiene un título robado a Aira: Yo también tuve una novia bisexual, que, pasado por la máquina, podría ser reescrito y dar algunos otros títulos como Yo también tuve una novia novelista, o mejor Yo también escribí la última de César Aira. Tengo una excusa para este exabrupto. Como diría Dante, el enano más sexy del mundo, una vez en la pista de baile, con la bola de espejos como un ojo de mosca brillando en el centro del techo y dominando la escena, lo único que te queda es bailar.

10. En El congreso de literatura, Aira intentó clonar a Carlos Fuentes para construir un ejército de super-intelectuales que domine al mundo. Luego Fuentes, respondiendo, hizo que Aira ganara el Premio Nobel en alguna de sus novelas. En una entrevista, Aira dijo que su narración, la del clon de Fuentes, era más verosímil. Fue, sin duda, una buena respuesta. ¿Tendrá Aira, autor de un ensayo preciso, elegante y autobiográfico titulado El último escritor, una respuesta para La última de César Aira? Aunque esta “última” quizás no sea novela, sino aventura, y quizás no sea “última” sino sea única. La última aventura de César Aira, La única aventura de César Aira. Los procedimientos de factorización literaria nos hacen esperar siempre algo más. La duplicación y la máscara no perdonan ni a los nombres propios.

11. Termino con una escena poco determinante a la construcción general de la novela, pero no por eso menos reveladora. Dante y el ninja peronista de Taiwán se infiltran en la factoría subterránea de novelas de Aira. (El lugar recuerda a uno de los cuentos de La Sinagoga de los Iconoclastas de Rodolfo Wilcock.) Para confundirse con los negros africanos que ahí trabajan, los dos infiltrados se pintan la cara con betún, agarran cajas de cartón y caminan haciendo que trabajan. La caja de Dante, que él supone cargada de estupefacientes, pesa mucho. Vencido por la curiosidad, cuando finalmente la deja en el piso, la abre y encuentra libros. Son los libros con los que Aira piensa anular todo el sistema simbólico que sostiene la Argentina. El título que se ve en portada dice Aventuras de un enano sexy. Es un momento –ya clásico en la narración moderna, pero no por eso menos perturbador– donde el personaje encuentra un libro que refiere a sí mismo, que lo contiene, que lo narra, en este caso apenas desde el título. Anagnórisis trágica, entonces, reconocimiento y consciencia, Dante no sólo es un personaje de Idez, también es un personaje del Aira malo de Idez. Sobre estos pequeños detalles que son en definitiva breves abismos, se construye la enfática genialidad de la novela.

Nota original: http://hipercritico.com/secciones/libro/4079-la-primera-novela-de-ariel-idez.html

La última de César Aira, de Ariel Idez │ Indie Hoy

por Noelia Pistoia para Indie Hoy │ Enero de 2013

Cé-sar-Ai-ra, Aira, Aira, Aira” grita la primera novela de Ariel Idez, que nace casi como un exorcismo, una necesidad de hacerse cargo de la influencia de aquél Sabio Loco. Vale destacar la honestidad con la que se asume el patronazgo y la capacidad para cantarle quiero-re-truco al mismo Aira. Tal como anticipa la contratapa de la novela, Aira es el villano de la historia y aquellos escenarios que fueron extraídos de la realidad para ser materia prima de su escritura, ahora Idez se los apropia para resignificarlos. Una vez dicho lo obvio sobre Aira, vale aclarar que aquellos lectores que no tengan lecturas previas sobre él, de ningún modo se verán excluidos del disfrute de la peripecia.

El género matriz es el de novela de aventura pero las transgresiones se hacen presente a lo largo de la historia. Por empezar, el personaje principal -y el que cumpliría el rol de héroe- es El Enano Más Sexy del Mundo, un paseador de perros con intención de ser escritor con un atractivo sexual avasallante, cuyo liderazgo ya se pone en duda desde su altura por lo que el hecho mismo de volverse héroe es uno de los mayores obstáculos que debe enfrentar. La acción comienza cuando su rutina, construida con una exactitud horaria, comienza a verse trastocada por la obstinada repetición de César Aira en todos los ámbitos de su cotidianeidad. Como todo héroe cuenta con compañeros que intentan ayudarlo y cuyos nombres y personalidades son iguales de excéntricos: “El típico puto nazi” o “El Dealer literario” son algunos de los que escoltan al protagonista en la hazaña donde las teorías conspirativas y teorías literarias se hacen lentamente transhistóricas para encontrar su punto culmine en el presente donde una realidad absurda encuentra una lógica convincente. También coincide con el género el desplazamiento espacial necesario para desarrollar la acción y, en este caso, el espacio se vuelve múltiple y excéntrico también ya que no sólo se abarca la ciudad y el campo sino también el mundo subterráneo.

Lo disparatado nace de discursos y referencias contemporáneas que hacen magnética a la novela y ahí es donde reside lo interesante de Ariel Idez que reconociendo la tradición introduce elementos cotidianos de una generación que no suele participar (al menos no todos juntos) de una historia: skinheads, punks, taiwaneses peronistas, restaurantes chinos, pequeñas editoriales independientes, entre otros, que se mezclan no sólo con César Aira sino también con otros escritores del parnaso consagrado de la literatura argentina como Luis Chitarroni.

Por último, si bien en ciertos momentos se asoma una decepción o una mirada adversa hacia la literatura contemporánea (y en alguna que otra entrevista que le realizan a Ariel Idez le preguntan sobre ello), su obra misma revela lo contrario porque en definitiva el arma con el que el villano de la novela opera no es más que la literatura misma.

La última de César Aira

Ariel Idez
2012 – Editorial Pánico El Pánico

Nota original: http://www.indiehoy.com/libros/la-ultima-de-cesar-aira-el-enano-mas-sexy-del-mundo-y-el-tipico-puto-nazi-recauchutados-por-ariel-idez/

El lado oscuro de César Aira │ La Nación

por Silvia Hopenhayn para La Nación │ Febrero de 2013

Qué trama un escritor? No es fácil saberlo. Los lectores a veces somos presas de esa urdimbre. Por eso es tan vertiginosa y por momentos hilarante la novela de Ariel Idez, titulada La última de César Aira. El tema es justamente lo que trama César Aira, puesto a funcionar como personaje maléfico de esta historia. La novela parte del mito del escritor creado por la publicación constante -irrefrenable- en distintas editoriales, casi una estrategia de dispersión entre los dogmas del marketing (Aira llegó a acuñar el lema “Primero publicar, después escribir”).

Lo cierto es que el escritor argentino, maquinista de un continuo narrativo que no cesa de escribirse en el aire de estos tiempos, provoca adhesión e intriga. Sin duda, significa un brutal golpe de contemporaneidad a lo Marcel Duchamp en plena Argentina del traspaso de siglo. Ya son tantas las novelas de Aira que pululan entre fanáticos, críticos o curiosos que, como las lógicas inconsistentes en la ciencia, sirven de punto de partida para postular un nuevo horizonte de la ficción, absolutamente argentino, es decir, francés o germánico, gaucho, barrial, ubicuo, mafioso, bibliófilo, villero, jocoso o acuciante.

La novela de Idez se ubica en esta zona frenética y suntuosa del sentido revoltoso de las palabras expropiadas, que se renuevan en la subjetividad. En su ficción, la pregunta del comienzo se vuelve real: ¿Qué trama César Aira? El protagonista es un escritor fanático de la obra de Aira que se convierte en su peor enemigo. Se llama Dante, también apodado “el enano más sexy del mundo”; se gana la vida como gigoló o, preferiblemente, paseando perros (bastante promiscuos, por cierto). En sus merodeos por la noche descubre al “verdadero” Aira cuando conoce a María en un cabaret, una prostituta virgen (costurerita de Pringles como un verdadero personaje aireano), que le revela el lado oscuro del escritor. Dante ingresa en una especie de laberinto del hampa en las catacumbas jesuíticas del barrio de Flores, liderado por César Aira, dueño del burdel y de otras redes mafiosas.

Un personaje sugiere el fundamento: “Todos los escritores son delincuentes frustrados.”

Idez combina la creación literaria de Aira con su mitología, por eso aparecen otros nombres afines al escritor, como el poeta Arturo Carrera o Luis Chitarroni, convertido en gurú de la literatura argentina. La novela es una verdadera pesquisa moderna que transcurre en el Flores desplegado en el mapa ficcional de Aira, convertido aquí en mapa urbano del tesoro de la lengua o del idioma de los argentinos. O de la Argentina misma: un país inventado por una forma de decir. De allí su originalidad y endeblez.

L a última de César Aira es la primera de Ariel Idez. Esta novela forma parte de una serie de publicaciones recientes de la colección Potlach de la editorial Pánico el Pánico, una de las pocas editoriales que aún no han publicado una novela de César Aira y, sin embargo, plantean nuevas perspectivas.

 

Nota original: https://www.lanacion.com.ar/1556238-el-lado-oscuro-de-cesar-aira

Josefina Ludmer, maestra de la crítica literaria, entrevista a un escritor joven: Ariel Idez │ Clarín

“La literatura no influye en la sociedad más que como un efecto derrame”

por Josefina Ludmer para Clarín │ Septiembre de 2012

Me encanta leer escritores menores de 40 porque dejan ver algo del movimiento de la cultura y lo cuentan de muchas maneras. Por ejemplo, la divertida y muy interesante novela La última de César Aira de Ariel Idez (Pánico el pánico, 2012), que hace su principio del epigonismo que caracteriza a la literatura argentina, es decir, de la tendencia de los escritores a inscribirse en determinadas tradiciones, corrientes estéticas o estilo de un escritor.

La última de César Aira cuenta los avatares de la publicación de una novela inédita de Aira por parte de una editorial de jóvenes, y es una apropiación de “la máquina Aira” (la “maquinAira”, dice algún personaje): diversión, improvisación, inteligencia, ligereza, personajes estrafalarios tratados como tipos (“el Enano sexy, puto y nazi”). Tiene dos tiempos, el realista y el delirante, separados pero juntos. Se habla nada más que de Aira, de una novela inédita de Aira, de ir a su casa para entrevistarlo, y se habla nada más que de libros.

–En una historia literaria como la argentina, tan cargada de epigonismos, declararse sucesor podría ser la condición de existencia de un escritor. ¿Por qué Aira?

–Bueno, por gusto, por placer y por capricho. Cuando leí a Aira por primera vez tuve una sensación de libertad que no había experimentado antes y me volví un fan. Leía todo lo que encontraba de Aira sin importar el género: teatro, ensayo, relatos y, por supuesto, sus novelas. Leer a Aira me producía unas irresistibles ganas de escribir… como Aira, y ahí estaba el problema, porque veía que era algo que estaban haciendo otros escritores. Entonces se me ocurrió escribir una novela aireana autoconciente de sus condiciones de producción, que me pareció una vuelta de tuerca y algo que no se había hecho hasta el momento. La narración como máquina de lectura también parte del propio proyecto de Aira. Sus novelas contienen pistas y sugerencias acerca de cómo deberían ser leídas, que fueron retomadas por la crítica. Entonces, si la obra de ficción (de Aira) estipulaba la forma en la que debía ser leída críticamente, ¿por qué no pensar en leer esa obra críticamente a través de un texto de ficción?

–¿Cómo contarías la historia de la literatura argentina de los últimos 40 o 50 años: después de Cortázar, digamos?

–Creo que hay varias historias, que confluyen en lo que actualmente podemos pensar como literatura argentina. No tiene que ver sólo con el nombre de unos escritores en la conformación de un canon, sino también con una historia de la lectura, de la producción y de los modos de circulación de los textos literarios: todo ha cambiado y ni siquiera el libro como soporte tiene garantizada su continuidad por estos días. Por un lado, creo que a partir de Cortázar, o tal vez de Puig, la literatura fue cerrándose sobre sí misma en un devenir minoritario, producto quizá del crecimiento de los medios masivos de comunicación y de otras prácticas culturales (como el rock) que lograron interpelar de forma más certera y directa a un público masivo. Hoy tengo la impresión de que la literatura no influye en la sociedad más que como un “efecto derrame”, como podría ser la influencia de Fogwill en las letras de Babasónicos. Esto también se advierte en las políticas editoriales: los grandes sellos publican autores consagrados o textos que asumen pocos riesgos estéticos, lo más interesante de la literatura contemporánea aparece en editoriales independientes como Pánico el pánico, Mansalva, Tamarisco, Stanton, Santiago Arcos, etc.

– ¿A quiénes pondrías en una historia literaria del presente?

–Creo que hay una constelación que se arma a partir de los años setenta y de la revista Literal, que promueve Fogwill en los 80 y que tiene en el centro a Osvaldo Lamborghini y a César Aira, acompañados por otros nombres como Héctor Libertella, Alberto Laiseca, J.R. Willcock, Copi. De todas formas me parece que la literatura es una máquina que funciona mejor cuando se le aplican engranajes que no encajan; es una máquina que hay que desajustar para que funcione. En ese sentido, como decía Libertella, “hay que irse al margen para llegar al centro”; es una literatura renovada por un polaco que escribe en castellano (Gombrowicz) o un argentino que escribe en francés (Copi). De los autores que no encajan los que más me gustan son Laiseca y Hebe Uhart.

–Una de las cosas que más me interesaron de tu novela es que la materia no sólo son las novelas de Aira, los personajes de Aira y la escritura de Aira, sino que se habla sólo de libros, de editoriales; el
dealer
es
dealer
de libros; los “negros” son los que escribían para los escritores del siglo XIX, que firmaban folletines. Ante esa referencia casi masiva, ¿pensás el apocalipsis con que se cierra la novela como algún fin de la literatura en papel y como el modo en que podría terminar la cultura del libro en el pasaje a la cultura digital?

–El final apocalíptico es otra cita de Aira, que abunda en ese tipo de cierres (como en Embalse o Los misterios de Rosario ). No creo que la cultura del libro desaparezca, a lo sumo el libro se va a volver un objeto de lujo, como sucede ahora con el vinilo; en la medida que los objetos culturales se desmaterializan sobreviene una oleada de “rematerialización nostálgica”. Lo que seguramente van a cambiar (ya lo están haciendo) los dispositivos electrónicos de lectura son los modos de leer y por ende de escribir literatura, aunque no creo que eso equivalga a un apocalipsis.

–Entiendo que tenés un título universitario: ¿te parece que esa formación es parte de la literatura o esta es algo así como un “espacio aparte”?

–Estudié Ciencias de la Comunicación, una carrera que estuvo de moda en los años 90. Se trata de una carrera muy extraña, que te recibe con un taller de escritura creativa de un año de duración y en la que los alumnos son bombardeados con una multiplicidad de saberes y prácticas diversas, muy distintas e incluso contradictorias entre sí, por lo que no me parece casual que muchos escritores de mi generación, como Pablo Katchadjián, Mauro Lo Coco o Esteban Castromán hayan salido de ahí.

 

Nota original: https://www.clarin.com/sociedad/literatura-influye-sociedad-efecto-derrame_0_Hk3ezmx3DQl.html

El contrato de lectura de la crónica: entre la autobiografía y el periodismo

Expuesto en las 6tas jornadas de jóvenes investigadores realizadas en el Instituto de Investigaciones Gino Germani el 10, 11 y 12 de noviembre de 2011.

Resumen

El presente trabajo se propone como una indagación en el género de la crónica periodística a partir del cruce que éste opera entre el discurso referencial del periodismo y la puesta en juego de una subjetividad propia de los géneros autobiográficos. Dado que podemos considerar a la crónica como un género híbrido, que se sitúa en las fronteras lábiles del periodismo y la literatura, se lo estudiará poniéndolo en relación con los pactos de lectura que instauran el discurso autobiográfico y el periodístico, a partir de los avances teóricos de autores como Philippe Lejeune, Jean-Philippe Miraux, Michel Foucault y Paul De Man, entre otros dedicados al estudio del género autobiográfico y Eliseo Verón y Stella Martini entre los que abordaron el contrato de lectura periodístico. El objetivo del trabajo será avanzar hacia el discernimiento de un contrato de lectura propio del género crónica, a partir del cual estos textos construyen un verosímil propio, vinculado tanto con la referencialidad de su discurso como con la construcción de la mirada subjetiva de su autor.

Ver artículo completo

Publicación en línea: http://webiigg.sociales.uba.ar/iigg/jovenes_investigadores/6jornadasjovenes/EJE%205%20PDF/eje5_idez.pdf

La crónica en la encrucijada de la subjetividad: periodismo, autobiografía y literatura

Expuesto en el III Congreso Internacional “Cuestiones Críticas” realizado en Rosario el 24, 25 y 26 de abril de 2013.

Resumen

El presente trabajo se propone como una indagación en el género de la crónica periodística a partir del cruce que éste opera entre el discurso referencial del periodismo y la puesta en juego de una subjetividad propia de los géneros autobiográficos. Dado que podemos considerar a la crónica como un género híbrido, que se sitúa en las fronteras lábiles del periodismo y la literatura, se lo estudiará poniéndolo en relación con los pactos de lectura que instauran el discurso autobiográfico y el periodístico, a partir de los avances teóricos de autores como Philippe Lejeune, Jean-Philippe Miraux, Michel Foucault y Paul De Man, entre otros dedicados al estudio del género autobiográfico y Eliseo Verón y Stella Martini entre los que abordaron el contrato de lectura periodístico. El objetivo del trabajo será avanzar hacia el discernimiento de un contrato de lectura propio del género crónica, a partir del cual estos textos construyen un verosímil propio, vinculado tanto con la referencialidad de su discurso como con la construcción de la mirada subjetiva de su autor.

Palabras clave: Crónica – Contrato de lectura – Autobiografía – Periodismo

Ver artículo completo

Publicación en línea: http://www.celarg.org/int/arch_publi/idez_arielcc.pdf