Uno de los principales problemas que suelen presentarse al empezar a escribir es el de la descripción ¿Qué describir? ¿Cuánto describir? ¿Cómo describir? Esto se debe, en parte, a la propia naturaleza de la descripción que es, en principio, inagotable. Podemos intentar subsumir gran parte de los interrogantes que suscita el tema en dos grandes enfoques: el de la función y el de la técnica descriptiva.
La función de la descripción
Describir significa dar cuenta de un referente, es decir, intentar representar con palabras algo que no está ahí y a lo que se alude. Ese referente puede ser tan real como el escritorio de melamina color cerezo con un soporte rebatible que sostiene el teclado sobre el que escribo estas líneas o tan ficticio como la “aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos” que nos presenta García Márquez al narrar los inicios de Macondo en Cien años de soledad. Para la técnica descriptiva no hay diferencias en cuanto a la naturaleza del referente. Una lograda descripción puede hacer parecer real un referente ficcional y una pobre descripción puede volver poco creíble algo real.
En tanto la descripción pone en relación dos órdenes distintos, el de las cosas y las personas del mundo (real o imaginario) y el lenguaje, es potencialmente inagotable, es decir, infinita. Este es uno de sus principales problemas, pero, al mismo tiempo, una de sus principales posibilidades en tanto recurso. Este rasgo es el que diferencia a la descripción de la narración, en tanto esta última da cuenta de acciones, que tienen un principio y un fin y obedecen a causas y consecuencias que las articulan con otras acciones anteriores y posteriores. Mientras la narración obedece a un orden lineal, secuencial, causal y limitado, la descripción puede avanzar en una proliferación sin fin. Por eso la descripción se nos suele aparecer como una interrupción del relato, a la que el crítico Gerard Genette llamaba “pausa descriptiva”. Se abre la puerta y un personaje desconocido aparece en escena, el autor nos lo describe y en ese momento es como si el personaje permaneciera “congelado” hasta que la descripción termina y este da el primer paso hacia la habitación. Para peor, la descripción asume una de las “limitaciones” del lenguaje escrito: es secuencial y aditiva, es decir que solo puede describir una cosa o una persona de a una palabra por vez (imaginen la misma escena en una película: conoceremos las características físicas del personaje con un solo golpe de vista apenas abre la puerta).
Por una parte, entonces, no podemos imaginar un relato que prescinda de la descripción, ya que esta construye el mundo en el que tienen lugar las acciones de los personajes (y nos presenta las características de esos personajes) en este sentido ambos registros, narración y descripción, son complementarios. Pero por otro lado, la descripción aparecería como un obstáculo o una suspensión del relato, lo que podría llevarnos a pensar en una oposición entre narrar o describir.
“¿Narrar o describir?” es justamente el título de un ensayo en el que el reconocido crítico literario Georg Lukács intentó resolver la cuestión. Para eso, puso frente a frente a dos titanes de la novela realista: León Tolstoi y Émile Zola y sus célebres novelas Anna Karenina y Nana. En ambas historias se describen sendas carreras de caballos y el ambiente hípico en el que tienen lugar y esto le permitió a Lukács trazar la comparación: en la novela de Zola la descripción es “una pequeña monografía del deporte hípico; desde el ensillado de los caballos hasta el finish, las carreras se describen en todas sus fases con el mayor detalle”. La descripción, como solía suceder en las novelas del padre del naturalismo, está basada en una escrupulosa investigación previa y resulta, por ende, muy completa, detallada e impecable a nivel técnico. Sin embargo, añade Lukács, “la magistral descripción no es, en la novela misma, más que un ‘añadido’. Los acontecimientos de las carreras solo se relacionan con la acción muy superficialmente”. En Anna Karenina, en cambio, la carrera constituye “el punto crítico de un gran drama” en la que “Todas las relaciones de los personajes principales de la novela entran como resultado de la carrera un una nueva fase decisiva”.
Según Lukács, mientras Zola nos muestra un cuadro estático, nos describe una cosa, Tolstoi construye una escena dinámica en la que se juegan los destinos de los personajes. La descripción entonces, no es lo contrario de la narración, sino su complemento. La buena descripción es la continuación de la narración por otros medios.
La observación de Lukács entonces nos sirve para establecer una primera gran distinción entre la descripción superflua, que da cuenta de cosas y personas que no son relevantes para la historia y la descripción imprescindible, que pone en escena lugares, objetos y personajes fundamentales para el relato. Esta “economía de la descripción” permite empezar a dar respuesta a esa pregunta acuciante (¿qué describir?). Debemos describir aquello que juegue un papel relevante en la historia que queremos contar, si lo que describimos no se relaciona de modo crucial con los acontecimientos y los personajes, esa descripción es superflua e innecesaria y probablemente abrume o cause desinterés en el lector.
Por otra parte, aunque la descripción se presente como una enumeración sumaria de atributos y características, jamás es neutra (y mucho menos cuando simula serlo). Como vimos, toda descripción parte de una selección y ya en la decisión de lo que se decide describir hay una intención. La descripción, entonces, puede ser un método muy sutil para inclinar al lector hacia una impresión favorable o desfavorable sobre un lugar o un personaje (de forma casi inconciente). Asimismo, también puede operar como un anticipo de hechos que sucederán más adelante.
Ahora bien, disponemos de un criterio para decidir qué describir y qué no, pero ¿cómo elaborar una descripción que dé cuenta de nuestros objetivos? ¿Cómo describir lugares, objetos o personas de forma tal que el lector crea estar viéndolos con sus propios ojos? Pospondré las respuestas para la próxima entrada, dedicada a las técnicas de la descripción.