Ya hemos visto en líneas generales en qué consiste la descripción y cuándo y cómo aplicarla. Ahora vamos a explorar algunas técnicas que nos permitan elaborar una buena descripción.
Una correcta descripción se logra a partir de dos aspectos claves:
- La atención a lo detalles
- La apelación a los sentidos
La atención a los detalles
“Dios está en los detalles”, dicen que dijo el maestro de la narración (y la descripción) Gustave Flaubert. Al componer una descripción siempre tenemos que prestarle atención a los detalles o, dicho de otro modo, debemos evitar elaborar descripciones genéricas o basadas en lugares comunes. Los detalles le dan vida y le otorgan una identidad única a aquello que describimos. Nosotros mismos solemos evocar lugares que visitamos o conocimos menos como una reconstrucción general que a través de algunos detalles singulares y significativos. Imaginemos algo tan genérico y neutro como un despacho de oficinas, con sus paredes blancas, sus escritorios, sus muebles, sus luces de tubos fluorescentes. Pero un mínimo detalle, como un tubo fallado que arroja una luz titilante, el ruido estridente de una fotocopiadora que se traba y el penetrante olor a tóner que expulsa o la vista de vértigo que arrojan los ventanales si la oficina está en el piso veinte de una torre, puede distinguir esa oficina de cualquier otra, darle una entidad y hacerla significativa para el lector.
Por supuesto, los detalles son innumerables y pueden resultar abrumadores, por lo que deben ser sometidos a una extrema selección para utilizar solo los más pertinentes, es decir, los más significativos. Para continuar el ejemplo, La oficina de Bartleby, el escribiente de Herman Mellville, tiene una ventana que da a una pared de ladrillos, lo que refuerza el carácter deprimente del trabajo y la falta de horizontes de Bartleby. La oficina en la que trabaja Amelie Nothomb en Estupor y temblores tiene amplios ventanales desde los que se domina la ciudad de Tokio y a través de los cuales la protagonista se “fuga” hacia otra realidad. Una descripción sin detalles resultará abstracta, genérica, una casa será cualquier casa, un perro cualquier perro, una persona cualquier persona y no esa casa ese perro esa persona únicas que conforman la historia que queremos contar. Una descripción sin detalles provoca lo que Henry James llamaba “la especificación débil” cuyo resultado es que los ojos del lector recorren las páginas sin reparar ni detenerse en nada.
Pero hay más, según el crítico y semiólogo Roland Barthes, los detalles aportan un “efecto de realidad” en la narrativa. No es lo mismo escribir que un personaje se “subió a su auto”, que “subió a su Renault Clio azul modelo 2004 con el paragolpes abollado y un rosario colgado del espejo retrovisor”. El “efecto de realidad” es mucho más poderoso en el segundo caso y es resultado de los detalles. Barthes agrega que incluso el añadido de algunos detalles insignificantes puede reforzar ese efecto. En un mecanismo tan ajustado como el de la narración, en la que todo tiene una razón de ser y se somete a una lógica causal, la descripción de objetos o detalles curiosos, gratuitos o improbables denota lo real, porque se comporta tal como en la vida real, donde las cosas no son exactamente como deben ser y solemos toparnos con objetos fuera de lugar cuya presencia no podemos explicar. Estos objetos puede que sean “gratuitos” pero no “irrelevantes”, su función es denotar la realidad y eso los vuelve, como afirma James Word, “significativamente insignificantes”.
La apelación a los sentidos
Solemos asociar, erróneamente, describir con dar cuenta de “lo que puede ser visto”. Si bien es cierto que la visión es el sentido privilegiado por nuestra cultura, no debemos olvidar que nosotros constituimos la experiencia de la realidad que nos circunda a través de los datos que nos aportan nuestros cinco sentidos. Por eso, de ser posible, es importante involucrar al menos más de un sentido en una descripción. Como decía la cuentista norteamericana Flannery O’ Connor: “La primera y más obvia característica de la ficción es que transmite de la realidad lo que puede ser visto, oído, olido, gustado y tocado”. Una buena manera de comprender esto es a través de las imágenes sensoriales. Una imagen sensorial es un enunciado que es capaz de evocar un estímulo perceptivo. En función de nuestros cinco sentidos, podemos clasificar las imágenes sensoriales en visuales, auditivas, olfativas, gustativas y táctiles.
Imágenes Visuales
Son las que representan aquello que puede ser captado con la vista. Pueden ser cromáticas (alusivas al color) cinéticas (vinculadas al movimiento) y también pueden sugerir formas, contornos, tamaños, volúmenes y dimensiones.
- “El hotel resplandecía en una mezcla de luces amarillas, blancas y rojas” (Sergio Bizzio “Un amor para toda la vida”).
- “La escalera desembocaba en el bar, y hacia el fondo estaba la pista. Los rayos de luz robótica se movían de un lado a otro, solitarios, nostálgicos, como extrañando tocar a la gente” (C. Castagna “Alta Gracia”).
Imágenes auditivas
Son las que sugieren sensaciones acústicas y refieren distintos tipos de sonidos: graves, agudos, rítmicos, fuertes, suaves, agradables, insoportables.
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- “Todas las mañanas me despierta la sirena de la Ítalo (…) Es un sonido grave y quejumbroso y suena como la trompeta de un ángel sobre un montón de ruinas” (Haroldo Conti “Como un león”).
- Las imágenes auditivas también habilitan el uso de onomatopeyas para recrear ruidos: “¡Bang, bang, zzzzz, zzzzz! Las balas pasaban zumbando sobre sus cabezas como si fueran atornillando el aire, rebotaban en las paredes de piedra (¡poing-g-g!)” (César Aira, El sueño).
Imágenes olfativas
Son aquellas que se perciben a través del olfato. Pueden sugerir olores agradables, desagradables, fuertes, suaves, intensos, extraños, entre otros.
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- “El aula magna tenía la estructura típica de butacas escalonadas acomodadas en semicírculo alrededor del escenario; olía a cera de pisos y madera” (Bárbara Wapnarsky “Los viejos”).
Imágenes gustativas
Son las que representan el gusto y pueden sugerir sabores: amargo, dulce, salado, ácido, astringente.
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- “Ya se iba cuando Delia le trajo una muestra blanca y liviana en un platito de alpaca. Mientras lo saboreaba –algo apenas amargo, con un asomo de menta y nuez moscada mezclándose raramente– Delia tenía los ojos bajos y el aire modesto” (Julio Cortázar “Circe”).
Imágenes táctiles
Son las que trabajan con la impresión del tacto y pueden sugerir texturas como lisa, rugosa; temperaturas, como caliente, frío, tibio, helado; consistencias, como blando, duro y también vibraciones, entre otras sensaciones.
“Pedro no pudo apartar la vista del muñón descarnado, movió la mano para tomar su cuchillo y el coyote saltó sobre él. Las fauces se trabaron en sus dedos; logró protegerse con la mano izquierda mientras la derecha luchaba entre un pataleo insoportable hasta encajar el cuchillo con fuerza y abrir al animal de tres patas. Sintió el pecho bañado de sangre; los colmillos aflojaron la mordida. El último contacto: un lengüetazo suave en el cuello” (Juan Villoro, “Coyote”).
Imágenes combinadas
Son las que suman y complementan percepciones de distintos sentidos para recrear una sensación más vívida de realidad.
- “El alboroto era sofocado por el zumbido del vapor que, escapando por las vibrantes planchas de hierro, envolvía todo en una nube blanquecina mientras las campana, delante, sonaba sin cesar” (Gustave Flaubert La educación sentimental).
Imágenes sinestésicas
La sinestesia es un desarreglo de los sentidos que hace que una impresión sensorial sea percibida por un sentido distinto al que debería estimular (por lo que se puede oler un color o ver un sonido). El término también denomina una figura retórica que atribuye una sensación a un sentido al que no le corresponde, por lo que las imágenes sinestésicas suelen generar un efecto poético y original.
- “Después del primer acorde salieron sonidos que empezaron a oscilar como la luz de las velas” (Felisberto Hernández “El balcón”).