El extraño mundo de César Aira │ La Voz

El escritor argentino llama “novelitas” a los libros que salen sin pausa de su original máquina narrativa. Recientemente publicó cuatro títulos en distintos sellos y reeditó una nouvelle clásica. Hace años decidió no hacer declaraciones a los medios nacionales.

por Malena Rey para La voz │ Abril de 2014

¿Cuántos libros de César Aira tiene usted en su biblioteca? ¿5, 10, 24, 47, 62? Aunque se trate de un número apabullante en relación con otros autores que se acumulan en los estantes con fanatismo, en el caso del escritor argentino es imposible hacerse de sus obras completas. No existe tal cosa. Y parece que nunca va a existir, porque si en algo consiste su originalísima apuesta literaria es en hacer proliferar su máquina narrativa poniendo al mismo nivel libros de distinta extensión y calibre, desordenando las pistas que traten de perseguirlo entre sus historias, diseminando sus publicaciones en una gran cantidad de sellos. Y entonces ocurre que no podemos medirlo, ni clasificarlo. Aunque sean breves, no damos abasto para estar al día con el ritmo de sus apariciones–tal es el absurdo que un joven escritor, Ariel Idez, escribió una novela titulada justamente La última de César Aira.

La única certeza es el continuo, parece insinuarnos, arrojando sus “novelitas” al mundo como una forma de poner ante los lectores el placer de la escritura por la escritura misma, de retardar el punto final, de evitar la complacencia de las obras exhaustivas a las que muchos aspiran. Aira se escapa, se escabulle. Y a la vez está más presente y vivo que ningún otro escritor de su generación.

Diferencia y repetición

Decidido hace años a no hacer declaraciones en los medios nacionales, pero a la vez lúcido comentarista de su obra y de sus procedimientos, Aira se expresa elocuentemente en la prensa extranjera. Y aunque no haya asistido al Salón del Libro de París, el mes pasado, sin ir más lejos, apareció el video de una entrevista realizada para el Museo de Arte Moderno de Dinamarca en la que el escritor danés Peter Adolphsen le sonsacó varias opiniones provocadoras: “Soy de los raros escritores a los que les gusta escribir. Descubrí que muchos quieren ser escritores por los beneficios sociales que les representa, pero no les gusta escribir. Yo escribo todos los días por placer. Escribo poco cada vez, pero el año tiene muchos días, entonces son 300 ó 400 páginas por año, que en mi caso pueden ser tres o cuatro libros”, dice Aira con voz pausada y parsimoniosa, para después agregar que “cuanto más gordo el libro, menos literatura tiene”, sabiendo que se prestará a la polémica y haciendo las salvedades del caso. Y agrega: “Con el tiempo fui reduciéndome hasta encontrar este formato de las 100 páginas que es el adecuado para el tipo de historias que se me ocurren a mí”.

No hay dudas de que esas “novelitas”, como les dice él, son las que mejor condensan el pulso de sus textos, las que con la magia de lo breve son tan liberadoras como originales y sorpresivas.

A su vez, esas historias o argumentos salpican todo el mercado editorial. Aira es en este sentido un ejemplo completamente singular de cómo se puede publicar en distintos catálogos y sellos de mayor o menor tamaño conservando siempre la autonomía, sin casarse con nadie. Y esto hace que, por ejemplo, sus novelas situadas en Coronel Pringles (por mencionar sólo una de las zonas aireanas en las que podría organizarse su obra) aparezcan y desaparezcan intermitentemente del continuo de su producción, como un motivo que vuelve.

Aira se escapa, se escabulle. Y a la vez está más presente y vivo que ningún otro escritor de su generación.

A esta serie se suma recientemente el extraño Tres historias pringlenses, un delgado volumen que inaugura la Colección Jorge Álvarez de la Biblioteca Nacional; y decimos extraño porque las historias en verdad son cuatro, y no cuentan con su habitual marca (la fecha de finalización consignada por el autor en la última línea de cuanto libro suyo se publique).

El testamento del mago tenor también acaba de aparecer, y es una novela algo más convencional que transcurre entre Suiza y la India, en la que la abigarrada imaginación del autor está puesta al servicio de la acción y los desplazamientos del personaje –y no así de su psicología–, publicada por el sello Emecé, que viene alimentando la Biblioteca César Aira con novedades y reediciones. Y también entregó la bella y conmovedora historia de amor adolescente Margarita (un recuerdo), publicada por Mansalva, la editorial de su amigo Francisco Garamona, que ya cuenta con varios de sus mejores títulos, y con una colección en su librería porteña de las obras de Aira traducidas a muchas lenguas.

Por si fuera poco –como nos tiene acostumbrados, Aira es desmedido–, acaba de editar también el excelente Continuación de ideas diversas, un compendio de apuntes, reflexiones y breves notas en el importante sello chileno de la Universidad Diego Portales. Un libro que viene a demostrar que, además de tener gran inventiva, Aira es sobre todo un lector agudo y persistente, que sigue enamorado de los poderes de la literatura, y que reflexiona lúcidamente sobre distintas tradiciones estéticas y prácticas artísticas que le interesan en particular sin por eso encasillarse en ninguna de ellas.

Entre la proliferación, la imaginación, el humor y el formato, todos los caminos nos llevan a una escritura singular, a un estilo inconfundible, y a un autor activo, descollante y necesario. No hay que darle muchas vueltas: Aira es tan particular como inexplicable.

 

Nota original: http://www.lavoz.com.ar/ciudad-equis/el-extrano-mundo-de-cesar-aira