Télam │ Junio de 2012
En “La última de César Aira”, el escritor Ariel Idez ensaya una novela en clave de epígono, que bajo esa excusa, amenaza la hegemonía de los procedimientos narrativos del autor de “El náufrago” llevándolos al extremo (y ridiculizándolos), operación imposible de fraguar sin la admiración confesa de Idez por el propio Aira.
El libro, publicado por la editorial “Pánico el Pánico” (en su colección Potlach) que dirigen Marina Gersberg y Luciano Lutereau, ya va por la segunda edición y figura entre los top ten semanales de la librería-editorial “Eterna Cadencia”.
En conversación con Télam, Idez reconoce que “la lectura de Aira lo empujó a escribir una novela aireana, pero dando una vuelta de tuerca sobre sus procedimientos (los de Aira)”.
“Escribir es uno de los efectos que produce la lectura de Aira. En ese sentido, resultó interesante darle a esa pulsión una vuelta de tuerca. Escribir una novela que se hiciera cargo de la herencia (de Aira)”, agregó este especialista en Comunicación por la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Idez asegura que “de todas las novelas escritas por sus epígonos, ninguna se hace cargo de la cosa aireana”. La leyenda cuenta que Aira leyó “La última…” y sin demasiado entusiasmo le dijo a su autor que estaba bien pero “que le faltaba poesía”.
“Pánico el Pánico” es una editorial independiente, que apuesta a la circulación de autores nuevos, cuidado en el tratamiento de los textos y apertura a formatos menos deudores de la marea de los 90, hija de los 80 tardíos. Entre sus autores, Pablo Farrés, Carlos Godoy, Matías Pailos y Sebastián Robles, entre otros.
Idez cree que “la literatura argentina continúa dividida entre los seguidores de Aira y los de (Juan José) Saer”, con algunas variantes, entre los que distingue a Ricardo Strafacce, el autor de la biografía de Osvaldo Lamborghini, que hace unos pocos días presentó “La última…” y trató al autor de manera laudatoria.
“A mí me interesa mucho la literatura de J.P. Zooey, la de (Osvaldo) Lamborghini, la de (Juan Rodolfo) Wilcock, la de Germán García y últimamente, la de Hebe Uhart”, enumera, sin distinguir jerarquías.
Pero ¿de qué va “La última…”? Porque en una primera lectura, los personajes, la excentricidad de sus prácticas, cierto aire disparatado y ciertas soluciones “filosóficas” resuenan como un homenaje a Aira. Y en otros momentos, el texto satura al lector con la omnipresencia del mismo Aira.
Idez dice que compuso el libro porque le parecería “muy ingenuo seguir escribiendo a la manera aireana. Escribí esta novela para cerrarme a mí mismo ese camino”. Y uno no sabe bien qué escuchar en esa afirmación.
Si se tiene en cuenta otra leyenda que atraviesa el universo Puán (sede de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires): que Aira es el (Jorge) Bucay de Puán.
Y que la estrategia de entregar originales escritos en horas de la mañana en los bares de Flores, a razón de cinco o seis por año y entregar al menos tres a editoriales pequeñas, es una antigüedad anterior a la difusión de las redes sociales.
Así las cosas, Aira podría ser un personaje de “La última…” (si no lo es), al contrario del efecto inercial de Borges, Fogwill o Héctor Viel Temperley: sus textos no producen epígonos al riesgo del plagio, con el que esta novela juega todo el tiempo.
Sin embargo, aclara Idez, “sin dudas, la última bestia sagrada de la literatura argentina es César Aira. No apareció otro escritor que tenga una obra de esa densidad y ese peso desde la muerte de Saer”.
Imposible estar en desacuerdo. La lectura de la novela también permite preguntarse -como hace en una reseña Juan Terranova- qué es lo que será capaz de escribir Aira después de Idez y por inversión de la astucia, de qué será capaz Idez después de Aira. Si la cuestión es o no es un problema habrá que leerlo en un futuro no demasiado lejano. (Télam)