A menudo olvidamos que la literatura nació como un arte oral. En sus orígenes y durante miles y miles de años los seres humanos se agruparon alrededor del fuego o bajo una bóveda estrellada para escuchar historias que eran contadas por personas especialmente entrenadas en el relato oral. Para culturas que desconocían la escritura, esa era la forma de transmitir sus tradiciones y creencias, mitos, leyendas y conocimientos y traspasarlos de generación en generación. Los contadores de historias eran especialistas en ese arte: poseían una memoria prodigiosa y contaban con numerosos recursos para capturar la atención de su auditorio y hacerlo vivir las experiencias y vicisitudes de los protagonistas de sus relatos.