Hace unas semanas hice un hallazgo singular. Caminaba por la calle Hidalgo rumbo al Parque Centenario cuando observé, junto a un container, una serie de papeles. Lo primero que me llamó la atención fueron unas revistas First, pero observando mejor vi que el asfalto estaba tapizado de fotos antiguas en las que se repetía la imagen de un hombre solo, junto a amigos y con una mujer, con diferentes paisajes de fondo. Cuando me agaché descubrí, bajo las revistas una serie de cartas. Fui a mi casa, volví con una bolsa y recogí todos esos registros de una vida (acaso dos) que alguien había decidido tirar a la basura. Ya en mi casa, desplegué las fotografías sobre la mesa: en su reverso muchas llevaban el año escrito de puño y letra y, en algunos casos, una dedicatoria: 1953 A mi querida Cholita. ¿Quiénes eran? ¿Por qué no había fotos ni cartas más allá de la década del 50′? ¿Qué había sido de sus vidas? El misterio se desplegaba sobre la mesa junto a las imágenes y las cartas. Como si fuera un acto propiciatorio, ese hallazgo me decidió a comprar y leer el bellísimo libro Las fotos de Inés Ulanovsky, gracias al cual supe que las “fotos encontradas” son un género con miles de adeptos alrededor del mundo.