La última de César Aira │ Salvetti’s World Review

por Claudio Salvetti para Salvetti’s World Review │ Mayo de 2017
Hace mucho que no leía nada de literatura Argentina, en parte porque no sabía qué, quería salir del Pentateuco – Borges, Cortazar, Arlt, Marechal, Casares- y no tenía idea de para donde encarar sin pasar por esa segunda línea que para mí es Eloy Martinez, Guillermo Martinez, César Aira, Piglia, Saer y Rawson.
Pedí consejo y para mi sorpresa me recomendaron muchísimas cosas, elegí empezar por el que parecía menos pretencioso, porque esa es mi mayor crítica a la literatura Argentina, me parece que todos quieren ser el nuevo Borges, pocos aspiran a ser el primer Stephen King.
Así que repasé los títulos … ¡éste no puede fallar!. La última de César Aira, Ariel Idez para eidtorial Pánico el Pánico.
La obra se lee cómo una comedia con referencias intertextuales a la literatura de Aira, donde Aira es el villano; o una novela escrita con el método de Aira donde hay escritas otras obras con el método de Aira donde…  recursividad al infinito.

Es un thriller que trascurre en el laberintico Bajo Flores de Aira, dónde el autor eleva la apuesta capítulo a capítulo. Idez se da el gusto de hasta hacer un poco de crítica literaria Argentina, comedia política, homenajear a algunas figuras, … en fin, es un cuento Chino en territorio Argentino (si, se parece un bastante a La Guerra de los Gimnasios).

La verdad es que me resulta imposible no querer un libro capaz de reproducir:

El Enano Más Sexy del Mundo y el Típico Puto Nazi se conocían desde el jardín de infantes, lugar donde se forjan las primeras y más perdurables amistades. En esa época, ni el Enano era tal, pues estaba a la altura de los demás niños, ni el Puto había definido su identidad sexual, aunque sí ya era un poquitín nazi en su gusto por maltratar a sus compañeros y liderarlos con mano férrea en toda clase de tropelías.

O cuando van al Barrio Chino:

Pero mayor aún fue su sorpresa cuando leyó el cartel metálico que anunciaba en perfecto castellano: “CENTRO DE RESIDENTES TAIWANESES JUSTICIALISTAS DE LA REPÚBLICA ARGENTINA” Debajo de esta enigmática inscripción podían apreciar claramente dos grandes escudos: uno de ellos contenía las banderas de Taiwán y la República Argentina; el otro, claro está, pertenecía al Partido Peronista. El cartel guardaba otra extraña particularidad: era el único que no estaba escrito en chino, tan sólo en castellano. Ni un mísero ideograma sobre la chapa ( Tal vez, pensaba el Enano, un solo ideograma bastaría para describir el nombre y las funciones de la institución, así de económica podía resultar la lengua oriental, pero ¿qué ideograma -se preguntaba- podría contender en sus filigranas la noción de “peronismo”?)

A pesar de estar escrita en tono de broma, Idez escribe en profundidad y combina muy bien los dos elementos en varias ocasiones. Por ejemplo, cuando el Gurú escuchando atentamente al Enano más Sexy del Mundo le dice:

– La suya es una metáfora poco feliz, pero de todos modos la comprendo… Bah, en realidad no comprendo nada puesto que ya sabemos: “no se puede comprender”, pero eso es todo lo que es el caso, es decir, el mundo, y no una muestra histológica del tejido que conforma la superficie del discurso como el que usted expone, pero basta, en fin, con estas disquisiciones tan poco afines al género dialógico, comprendo. Por lo tanto, atengámonos básicamente a la ficción del sentido, su punto. Estamos hasta las bolas.

Y después se pasa cuando el Taiwanes Justicialista le cuenta a Dante, demostrando sus conocimientos de filosofía política y modismos argentinos:

– Ustedes, occidentales, cabezas necias. Se creen lo más huachi pulenta (como dicen acá) y son (acá gustan decir) unos giles de cuarta. Inventaron capitalismo, muy bien. Inventaron comunismo, los felicito. Pero olvidan que Imperio Chino se inventó a sí mismo y eso sí que fue un parto. Y los Chinos, con sus inventos de occidente, ¿qué hicieron? ¡Economía Social de Mercado! Chiva calenchu (como dicen…). La síntesis de maestro Hegel, señor. La historia culmina, de cajón, en Astucia China.

Confieso que a mi gusto, el último capítulo no estuvo a la altura del resto del libro, en parte porque lejos de ser poco pretencioso este resulta ser uno de los libros más pretenciosos de toda la literatura Argentina y necesita un final a la altura. Pero se le perdona todo a un libro capaz de plantear el uso del Justicialismo como última barrera de defensa frente a la invasión China. Imaginense, en plena plaza Tiananmen, millones de chinitos al grito de “¡Ni Yanquis ni Maoístas: Peronistas!
La última de Cesar Aira es el Plagio más Original del Mundo y lectura obligatoria para todo el que quiera escribir algo en esta tierra y dejar de ser eco de escritores pasados.
Nota original: http://salvettiwr.blogspot.com/2015/05/la-ultima-de-cesar-aira.html

Idez: La última estación de César Aira │ Río Negro

Télam │ Junio de 2012

En “La última de César Aira”, el escritor Ariel Idez ensaya una novela en clave de epígono, que bajo esa excusa, amenaza la hegemonía de los procedimientos narrativos del autor de “El náufrago” llevándolos al extremo (y ridiculizándolos), operación imposible de fraguar sin la admiración confesa de Idez por el propio Aira.

El libro, publicado por la editorial “Pánico el Pánico” (en su colección Potlach) que dirigen Marina Gersberg y Luciano Lutereau, ya va por la segunda edición y figura entre los top ten semanales de la librería-editorial “Eterna Cadencia”.

En conversación con Télam, Idez reconoce que “la lectura de Aira lo empujó a escribir una novela aireana, pero dando una vuelta de tuerca sobre sus procedimientos (los de Aira)”.

“Escribir es uno de los efectos que produce la lectura de Aira. En ese sentido, resultó interesante darle a esa pulsión una vuelta de tuerca. Escribir una novela que se hiciera cargo de la herencia (de Aira)”, agregó este especialista en Comunicación por la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Idez asegura que “de todas las novelas escritas por sus epígonos, ninguna se hace cargo de la cosa aireana”. La leyenda cuenta que Aira leyó “La última…” y sin demasiado entusiasmo le dijo a su autor que estaba bien pero “que le faltaba poesía”.

“Pánico el Pánico” es una editorial independiente, que apuesta a la circulación de autores nuevos, cuidado en el tratamiento de los textos y apertura a formatos menos deudores de la marea de los 90, hija de los 80 tardíos. Entre sus autores, Pablo Farrés, Carlos Godoy, Matías Pailos y Sebastián Robles, entre otros.

Idez cree que “la literatura argentina continúa dividida entre los seguidores de Aira y los de (Juan José) Saer”, con algunas variantes, entre los que distingue a Ricardo Strafacce, el autor de la biografía de Osvaldo Lamborghini, que hace unos pocos días presentó “La última…” y trató al autor de manera laudatoria.

“A mí me interesa mucho la literatura de J.P. Zooey, la de (Osvaldo) Lamborghini, la de (Juan Rodolfo) Wilcock, la de Germán García y últimamente, la de Hebe Uhart”, enumera, sin distinguir jerarquías.

Pero ¿de qué va “La última…”? Porque en una primera lectura, los personajes, la excentricidad de sus prácticas, cierto aire disparatado y ciertas soluciones “filosóficas” resuenan como un homenaje a Aira. Y en otros momentos, el texto satura al lector con la omnipresencia del mismo Aira.

Idez dice que compuso el libro porque le parecería “muy ingenuo seguir escribiendo a la manera aireana. Escribí esta novela para cerrarme a mí mismo ese camino”. Y uno no sabe bien qué escuchar en esa afirmación.

Si se tiene en cuenta otra leyenda que atraviesa el universo Puán (sede de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires): que Aira es el (Jorge) Bucay de Puán.

Y que la estrategia de entregar originales escritos en horas de la mañana en los bares de Flores, a razón de cinco o seis por año y entregar al menos tres a editoriales pequeñas, es una antigüedad anterior a la difusión de las redes sociales.

Así las cosas, Aira podría ser un personaje de “La última…” (si no lo es), al contrario del efecto inercial de Borges, Fogwill o Héctor Viel Temperley: sus textos no producen epígonos al riesgo del plagio, con el que esta novela juega todo el tiempo.

Sin embargo, aclara Idez, “sin dudas, la última bestia sagrada de la literatura argentina es César Aira. No apareció otro escritor que tenga una obra de esa densidad y ese peso desde la muerte de Saer”.

Imposible estar en desacuerdo. La lectura de la novela también permite preguntarse -como hace en una reseña Juan Terranova- qué es lo que será capaz de escribir Aira después de Idez y por inversión de la astucia, de qué será capaz Idez después de Aira. Si la cuestión es o no es un problema habrá que leerlo en un futuro no demasiado lejano. (Télam)

Nota original: https://www.rionegro.com.ar/sociedad/idez-la-ultima-estacion-de-cesar-aira-KYRN_908828

Un descenso a los infiernos de las letras argentinas │ Lecturas de trinchera

por Ariel Pichersky para Lecturas de trinchera │ Marzo de 2013

Hay quienes dicen, incluido Ariel Idez, que César Aira forma parte del canon de la literatura argentina. También hay quienes dicen, como se oyó en algún momento en los pasillos de la facultad de Filosofía y Letras, que César Aira es el seudónimo de todo mal escritor. Las tesis no se oponen, pero en cualquier caso, si algo queda fuera de discusión, es la fertilidad escrituraria de Aira y la compulsión a la publicación que se conecta con ella. Esta política literaria-editorial se funda en una bien precisa idea de obra, lejos del objeto esculpido con celo por un artista en el éxtasis de la inspiración, y más bien cerca del producto ocioso que adquiere valor sólo por señalar el procedimiento del cual es efecto.

Este es el punto de partida de La última de César Aira, donde se nos presenta a Dante, quien no sólo es El Enano Más Sexy del Mundo, sino que también escribe y, como todo aquel que lo hace, se topa en algún momento con un bloqueo creativo. En este caso, el taponamiento productivo sucede justo después de que Joaquín, el editor independiente que todo escritor tiene por amigo, le anuncia que Aira le ha prometido un manuscrito para publicar a través de su sello. A partir de aquí, el Enano pasará de la admiración a la envidia, y por último al odio de Aira, para embarcarse con sus amigos (diversos especímenes más o menos inmersos en el campo literario indie, entre los que se encuentran, además de Joaquín, Leandro, un obeso traficante de libros que desprecia por completo la literatura argentina, y Figueraz, el Típico Puto Nazi, infiltrado en el parque Rivadavia entre vendedores de libros de segunda mano) en una aventura hacia los confines de la industria editorial argentina, con el afán de explicar cómo es que Aira nunca deja de escribir ni de publicar, incluso varias novelas en simultáneo. En el camino develarán, a la luz de una pregunta sobre el dinero y la escritura que atraviesa la novela de principio a fin, la existencia de un Aira mafioso, señor del crimen en todo el barrio de Flores.

El título de la novela carga la ambigüedad en la que se debate la resolución de su argumento: por un lado, el anuncio (o la amenaza) del fin; por otro, la actualización de una vigencia. En medio de las dos significaciones, el libro de Idez, estructurado como una novela por entregas o como una serie que dispara al final de cada episodio la ansiedad del capítulo por venir, lleva la marca de la escritura de Aira, la de un escape hacia adelante, la de darle prioridad a no obturar la progresión de la escritura antes que a cimentar una solidez argumental que, en cualquier caso, cosida aquí y allá, y gracias a un verosímil inmune a la visibilidad de las suturas, acaba por formarse a su manera.

Cabe destacar el punto en el que se inicia la peripecia del Dante, porque, insertado sin más reparos, como muchos de los elementos de la novela en virtud de su mismo plan de progresión, encastra sin problemas en el universo del relato, que nunca deja de ser una caricatura del mundillo literario-editorial argentino contemporáneo. El estreñimiento literario de Dante frente a la incontinencia de Aira se plantea, a través de la envidia del Enano, como un problema de monopolización de un bien finito. La creatividad resulta algo que puede ser poseído y, por lo tanto, también algo de cuya posesión se puede privar.

De esta manera, la búsqueda que emprende Dante es la de una reapropiación, presentada como democratización, de la capacidad de escribir. Según la clave alegórica que, con los rasgos estereotipados de sus personajes, abre la novela, Dante queda en un lugar fácil de identificar en el perímetro de las letras: un enano corto de miras, tal vez sensual y potente fuera de la literatura, que, amargado por su pérdida, arremete a los saltitos contra los que ve más prolíficos que él. Mientras tanto, Aira, Godot criminal al que Dante le pide una rendición de cuentas, se escabulle de una página a la siguiente y deja siempre bajo su sombra a esa nueva generación que lo persigue para apropiarse de lo que él, criminal o no, ya democratizó con su apuesta literaria.

(reseña publicada el 20 de Marzo de 2013)

Nota ortiginal: https://lecturasdetrinchera.wordpress.com/2013/04/20/un-descenso-a-los-infiernos-de-las-letras/

La última de César Aira │ Revista Invisibles

La imitación es la primera originalidad de esta novela. Ariel Idez homenajea a uno de sus escritores de cabecera y uno de los autores más prolíficos de la Argentina. Le copia el humor, los recursos, y lo hace orgullosamente. Para despojarse de su influencia, sin caer en el plagio ni la reescritura, decide utilizar los procedimientos literarios que lo definen.​

por Mariano Pedrosa para Revista Invisibles │ Diciembre de 2012

La imitación es la primera originalidad de esta novela. Ariel Idez homenajea a uno de sus escritores de cabecera y uno de los autores más prolíficos de la Argentina. Le copia el humor, los recursos, y lo hace orgullosamente. Para despojarse de su influencia, sin caer en el plagio ni la reescritura, decide utilizar los procedimientos literarios que lo definen (¿Idez heterónimo de Aira?), y al hacerlo exhibe el funcionamiento de la máquina estilística del autor de La guerra de los gimnasios. Es así como su escritura se confunde con la del cortejado y transmuta la ofrenda en desafío.

El lector puede dedicarse a disfrutar de la historia de El Enano Más Sexy del Mundo, un escritor con un bloqueo creativo y obsesionado por el flujo inagotable de la birome de Aira. La narración pasa, rápida, del registro real al fantástico, como un cómic en el que un personaje comienza a hacer un pozo y, de tanto cavar y cavar, en el último cuadrito asoma su cabeza en China. Así, una hermandad de paseadores de perros, un dealer de libros raros, taiwaneses peronistas, un Típico Puto Nazi, un Enano negro gigante, además de bandas skins, punks, y hasta Luis Chitarroni le otorgan a la historia un ritmo veloz que se basa en no parar de apostar a la literatura, es decir, nunca dejar de relatar.

¿Qué hay atrás del telón? Sobre las ficciones que se esconden tras las apariencias de la realidad se cuestiona esta novela que, como en una buena jam session, vuela y se aleja por laberintos impensados de la melodía que le da origen, pero sin llegar nunca a olvidarla. Idez usa la alta productividad de El demiurgo de Flores como puerta para indagar en su prosa, pero lo hace desde la ficción. La novela en los pliegues de su desbordante imaginación no sólo esconde una lectura crítica sino que realiza un interesantísimo análisis del funcionamiento del campo literario nacional que gira en torno de un escritor que a conciencia se ha descentrado de él.

Un  autor se define no por su ego sino por su estilo, al menos aquellos que lo tienen. En el caso de este libro, publicado por la editorial Pánico el pánico, un escritor desaparece en el otro. ¿Otra vez la muerte del autor? Sí, pero a éste lo matan por amor, o como en una articulación de Mamushkas, la figura contenida replica a la contenedora, desnudando un  juego de semejanzas en el que la originalidad importa menos que el mismo juego de la literatura.   ​

Nota original: http://www.revistainvisibles.com/la-ultima-de-cesar-aira.html

El fin del relato nacional │ No Retornable

por C.Castagna para No retornable │ 2012

Lo más increíble de todo fue enterarme de que Ariel Idez (Buenos Aires, 1977) escribió la primera versión de esta novela a la tierna edad de 26 años. Saquen cuentas: no sé ustedes, pero yo a esa altura andaría perdiendo el tiempo en algún boliche de la zona del Almagro (atendido por enanos sexys), naufragando en un Gin Tonic demasiado fuerte, todavía aturdido por la tristeza de haber sido separado de mis dólares. Casi una década después, el tiempo y los dólares son dos bienes que escasean, no así las referencias a La última de César Aira, la obra editada por Pánico el Pánico (en su magnífica colección Potlach) que causó una pequeña gran revolución y rápidamente se convirtió en la sensación editorial del momento. Pero, ¿cómo decir algo medianamente inteligente, o al menos interesante, después de todo lo que ya se dijo?

“Vos cerrá los ojos y apuntale fuerte al medio”, fue el consejo del autor más buscado, ante mis dudas con esta reseña. Bueno, le hago caso; cierro los ojos y veo qué pasa. Empecé hablando de la edad de Idez al momento de escribir su primer novela, porque si hay algo que llama la atención es la total libertad o aparente inconsciencia con la que llevó adelante esta empresa. Que en realidad podría ser leída como una especie de tesis, a través de la cual intenta demostrar que es posible generar un artefacto narrativo que combine los elementos del estilo Aira, pero que a la vez pueda funcionar de manera autónoma, independientemente del escritor u operario de la máquina (Idez, en este caso). Podemos suponer que si hubiera imaginado que el libro a) llegaría a publicarse alguna vez, ó b) tendría la repercusión que está teniendo, no hubiese escrito nada. Demasiada responsabilidad la de ser punta de lanza del recambio generacional. Pero no sólo demostró que dicha máquina narrativa es posible, sino que el resultado de esa comprobación son estas 211 páginas. Vamos desde el principio.

Dante, El enano más sexy del mundo, el héroe de belleza irresistible, es un escritor en busca de inspiración que decide dejar atrás su pasado como trabajador sexual y buscar un empleo que le permita ordenar su vida y tener tiempo para dedicarse a la escritura. Así ingresa en el mundo de los paseaperros y aprende sus rudimentos básicos. A la vez, empieza a notar que algo extraño se oculta detrás de la masiva cantidad de novelas que Aira está a punto de publicar. El enano comienza una serie de investigaciones que lo sumergen en un espiral de acontecimientos cada vez más complejos e inverosímiles, con la ominosa presencia Aira en el centro. La figura del inagotable escritor de Pringles se vuelve cada vez más grande y atemorizante a medida que avanza el relato, poblado de personajes de lo más estrafalarios que guían y acompañan a Dante en su aventura. Figueraz El típico puto nazi, Leandro el dealer literario, los taiwaneses peronistas, el gurú literario Luis Chitarroni y el poeta Arturo Carrera (estos últimos directamente llevan el nombre de figuras reconocidas de la literatura y la poesía contemporáneas). El mismo Aira pasa de ser sólo una sombra influyente al principio, a convertirse en un criminal en fuga permanente conforme avanza la trama, constituido como jefe supremo de una organización delictiva que pretende destruir la Argentina. ¿Cómo? Dinamitando el “relato nacional” (oportuna alusión a un debate actual) por saturación de novelas que llevan su firma. Lo que hará posible tal cantidad de publicaciones en simultáneo es esa máquina narrativa creada por él, que produce novelas en serie a una velocidad superior a la capacidad de lectura, operada bajo tierra por un ejército de negros escribas. Como una metáfora del Aira real, las investigaciones de Dante siempre lo llevan a lugares de los que éste acaba de irse. El contacto más cercano que llega a tener con el autor ocurre en la escena donde sólo se oye una voz distorsionada en el portero eléctrico de una casa del bajo Flores.

En su diálogo con la escritura de Aira bajo la forma de la sátira-homenaje, en ese despliegue delirante, Idez nunca abandona la dimensión humana del protagonista (una marca del estilo aireano), lo que sostiene y hace avanzar la historia. Como parte de su operación narrativa ejercita un mecanismo del relato donde todas las piezas funcionan de un modo efectivo, coherente, donde la voz de cada personaje se impone alternadamente como elemento de cohesión de la trama. En cuanto a lo formal, Idez se maneja con la expresividad de las imágenes, a la manera de un cineasta. Hay descripciones muy hermosas, de una imaginación compleja, poética, precisa, que sitúan muy bien al lector en el clima de cada escena. Idez es un artista visual. “El escritor como artista visual” es un concepto introducido por Luciano Lutereau y Esteban Dipaola en referencia, justamente, a César Aira, en el prólogo de Karaoke, la primer antología de autores de Pánico el Pánico, de la que Ariel también forma parte. Allí, entre otras cosas, se postula la idea del karaoke como forma posible de la literatura post-noventas, esa década que ya dura veinte años, donde ya no importa el sentido, o el contenido, sino las variaciones, los cambios del contexto en la reinterpretación de una obra o autor conocido por todos. Combinar las dos ideas, la de la sátira-homenaje y la del karaoke, da como resultado lo dicho por Juan Terranova: que Idez es a Aira lo que el Luis Almirante Brown de Capusotto es a Spinetta.

La última de César Aira es una novela didáctica, de ideas, con aires de ensayo sobre literatura argentina. Una novela necesaria, que no podría haber llegado en mejor momento. Llega para despabilarnos y ajustar las coordenadas para saber por dónde pasa lo que está pasando. Si Aira desafiaba a la crítica (más a algún que otro lector desprevenido), con este novelón, con este puntinazo fuerte al medio Idez desafía al resto de los escritores de su generación. Si a partir de la fascinación con Aira uno podía pensar, en relación a la propia escritura, que cualquier dislate era posible como forma de disimular la falta de otros recursos, o lograr un efecto llamativo, con Idez ahora la vara queda un poco más alta. Lo cual es muy saludable. No queda otra que ponerse a escribir, y a escribir realmente bien.

Nota original: http://www.no-retornable.com.ar/v12/nuevo/castagna.html

La primera novela de Ariel Idez │ Hipercrítico

por Juan Terranova para Hipercrítico │ Marzo de 2012

1. ¿Existe el misterio Aira? ¿Podemos decir que existió? Acaba de aparecer editada por Pánico El Pánico, en su colección Potlach, a la que hay que estar muy atento, La última de César Aira de Ariel Idez. Desde luego, se trata de una novela. Y ya desde su título propone una serie de reflejos y sutiles laberintos bien tramados. ¿Qué es La última de César Aira? Plagio no, homenaje quizás, pero en el campo enemigo. Desde el título, insisto, hay algo de escalador desdeñoso que sube el pico más alto y clava la bandera sin accidentes, algo del tamborilero que atraviesa la batalla haciendo música. Y se puede decir que lo de Idez es, antes que cualquier cosa, una novela entretenida e inteligente. Y ahora bien, aclarado este punto, avancemos hacia el cristalino barro de los espejismos que propone.

2. ¿La trama? Sí, hay, simple, directa. Dante, cuyo epíteto es “el enano más sexy del mundo”, aspirante a escritor y miembro del ríspido pero cumplidor sindicato de pasea perros de Buenos Aires, comienza una lenta pero firme investigación. Quiere saber qué pasa con Aira, por qué es tan prolífico, qué esconde el novelista de Pringles. Lo que al principio surge como curiosidad enseguida se convierte en obsesión. Siguiendo los avatares de esta pesquisa, Dante que “había equilibrado arte y vida” deberá enfrentar a una poderosa fuerza que lo llevará cada vez más cerca del corazón del mal.

3. Llenando esta trama hay personajes. Muchos y muy excéntricos. Está el citado enano, héroe indiscutible del relato. Y lo acompañan Figueraz, “el típico puto nazi”; Maira, la prostituta virgen; el negro renegado Al Salamana; un entusiasta y atolondrado aspirante a joven editor que quiere fundar una “editorial independiente”; un dealer gordo y paranoico que trafica con libros mientras tilda a la literatura argentina de “patética y costumbrista”; un impresionante y asustado Arturo Carrera –centro de una escena de un altísimo contenido lírico–; el gurú literario Luis Chitarroni; un oráculo gauchesco; un enano negro gigante de rasgos mongoloides… También hay personajes corales, en forma de tribus urbanas, como los paseaperros o los skinheads, y otros más exóticos con formas de partidos políticos, como los taiwaneses justicialistas o los negros de una antigua logia seudo-masónica. Y finalmente está el mismo Aira, al que jamás vemos ni escuchamos, que se mueve como un fantasma, como una sombra omnipresente, y que se dedica a administrar prostíbulos, a traficar droga por túneles subterráneos y a montar la impresionante cadena de producción de sus propios libros.

4. Hay otros aciertos, lugares donde la novela se apoya para cerrar más allá del chiste. La última de César Aira revisa todos los lugares comunes que conocemos sobre la obra de Aira: El estilo “delirante”, su ostracismo voluntario, la cantidad de publicaciones que produce, que “cualquier cosa es posible” tratándose de él. Al mismo tiempo, Idez revisa el mercado editorial porteño, sus equívocos y sus faltas, y sobre todo la relación, ¿excéntrica? ¿previsible?, que Aira mantiene con el campo cultural.

5. Todas las novelas modernas tienen algo del Quijote. A todas les sobran páginas, todas reflexionan en algún momento sobre el pliegue que implica narrar. Es constitutivo del género y están en su nacimiento. Pero si todas las novelas tienen algo del Quijote, La última de César Aira tiene mucho. No en el recurso ya trillado de la triste figura y su Sancho, no en la ingenuidad de la cita, mucho menos en el gastadísimo tópico de la locura y la realidad, sino en las operaciones de lectura que se generan, de la autoconsciencia de narración, en el humor sobre esos dobleces. Así, La última de César Aira puede ser entendida como un valioso aporte –muy valioso– para finalmente saber qué es lo que hace Aira cuando escribe. Esta respuesta crítica, que durante mucho tiempo fue solo perplejidad y voces susurradas de iniciados, hoy nos resulta más blanda, más accesible. Toda la ingenuidad que encontramos en la bienintencionada tesis doctoral de Sandra Contreras, La vueltas de César Aira, donde se revisa al escritor de Pringles según sus propias directivas de lectura, aparece aquí disuelta en la risa del artefacto.

6. El mismo Aira se puso como personaje en algunas de sus novelas. Incluso en algunos títulos, como por ejemplo Las curas milagrosas del Doctor Aira. Pero una cosa es que lo haga él y otra muy diferente que lo haga otro. ¿La última de César Aira es un libro agresivo? Para responder a esta pregunta hay que decir que Idez copia bien cierto estilo y reproduce los giros, el vocabulario, los diálogos, las réplicas y retruécanos. Y compone también los personajes como dibujitos animados, planos, sin psicologías, listos para ser usados en el artefacto narrativo. Se trata entonces de un libro simpáticamente irónico, con toda la agresividad y la ingenuidad que eso implica. Y sigo: Más sutil, aunque no menos frontal, Idez es a Aira, lo que el Luis Almirante Brown de Capusotto es a Spinetta. Sin embargo, lo de Capusotto es más fácil. Hoy la sinestesia se ironiza sola. En cambio, las máquinas de Aira son mucho más complejas. Y ni hablar de la relación con sus lectores. El crítico cordobés Flavio Lopresti lo dijo con claridad: Aira tuvo hasta hace poco muy amenazada a la crítica. No es raro, visto en retrospectiva entonces, que sea el género novela el que mejor ventile sus procedimientos. Y así el gran mérito de Idez resulta ironizar al ironista. Reírse con él pero también de él. Rendirle homenaje, reconocerlo como punto de partida, pero después doblarle el puño, disputarle en su propio terreno la bandera –o mejor digamos el banderín– del sentido.

7. (Para sopesar con justeza la novela de Idez no hace falta más que consultar el intento de elogio y posicionamiento que realizó Tomás Abraham en su libro Fricciones, donde se narra el encuentro de Piglia y Aira en un bar de una mesa de Flores. La conceptualización ahí o sólo es torpe, sino que la lisonja que recibe Aira es básica y parece una monografía estudiantil con terminaciones de picaresca previsible.)

8. Existió un misterio Aira. Y el mismo Aira, dando entrevistas, repitiendo algunos de sus gestos, haciéndose finalmente viejo y reconocido, disolvió parte –no todo, no lo más interesante– de ese misterio. Parafraseando la atorada frase de T. H. Adorno, ¿podrá escribir Aira después de La última de César Aira?

9. Y otra pregunta, aunque más liviana, ¿qué escribirá  a continuación Idez? Como Aira, Idez conoce los secretos de la “formalización”, de la construcción de aparatos narrativos que a su vez producen más narración. ¿Veremos nacer La última de Fogwill, La última de Piglia, la última de Saer? La última de Rodolfo Walsh, entre el fan fiction y el fanatismo militante, la conozco. Se viene escribiendo desde hace mucho, y no me interesa. ¿Y La última de Guillermo Martínez? Bueno, esa existe. La escribió el mismo Martínez y curiosamente tiene un título robado a Aira: Yo también tuve una novia bisexual, que, pasado por la máquina, podría ser reescrito y dar algunos otros títulos como Yo también tuve una novia novelista, o mejor Yo también escribí la última de César Aira. Tengo una excusa para este exabrupto. Como diría Dante, el enano más sexy del mundo, una vez en la pista de baile, con la bola de espejos como un ojo de mosca brillando en el centro del techo y dominando la escena, lo único que te queda es bailar.

10. En El congreso de literatura, Aira intentó clonar a Carlos Fuentes para construir un ejército de super-intelectuales que domine al mundo. Luego Fuentes, respondiendo, hizo que Aira ganara el Premio Nobel en alguna de sus novelas. En una entrevista, Aira dijo que su narración, la del clon de Fuentes, era más verosímil. Fue, sin duda, una buena respuesta. ¿Tendrá Aira, autor de un ensayo preciso, elegante y autobiográfico titulado El último escritor, una respuesta para La última de César Aira? Aunque esta “última” quizás no sea novela, sino aventura, y quizás no sea “última” sino sea única. La última aventura de César Aira, La única aventura de César Aira. Los procedimientos de factorización literaria nos hacen esperar siempre algo más. La duplicación y la máscara no perdonan ni a los nombres propios.

11. Termino con una escena poco determinante a la construcción general de la novela, pero no por eso menos reveladora. Dante y el ninja peronista de Taiwán se infiltran en la factoría subterránea de novelas de Aira. (El lugar recuerda a uno de los cuentos de La Sinagoga de los Iconoclastas de Rodolfo Wilcock.) Para confundirse con los negros africanos que ahí trabajan, los dos infiltrados se pintan la cara con betún, agarran cajas de cartón y caminan haciendo que trabajan. La caja de Dante, que él supone cargada de estupefacientes, pesa mucho. Vencido por la curiosidad, cuando finalmente la deja en el piso, la abre y encuentra libros. Son los libros con los que Aira piensa anular todo el sistema simbólico que sostiene la Argentina. El título que se ve en portada dice Aventuras de un enano sexy. Es un momento –ya clásico en la narración moderna, pero no por eso menos perturbador– donde el personaje encuentra un libro que refiere a sí mismo, que lo contiene, que lo narra, en este caso apenas desde el título. Anagnórisis trágica, entonces, reconocimiento y consciencia, Dante no sólo es un personaje de Idez, también es un personaje del Aira malo de Idez. Sobre estos pequeños detalles que son en definitiva breves abismos, se construye la enfática genialidad de la novela.

Nota original: http://hipercritico.com/secciones/libro/4079-la-primera-novela-de-ariel-idez.html

La última de César Aira, de Ariel Idez │ Indie Hoy

por Noelia Pistoia para Indie Hoy │ Enero de 2013

Cé-sar-Ai-ra, Aira, Aira, Aira” grita la primera novela de Ariel Idez, que nace casi como un exorcismo, una necesidad de hacerse cargo de la influencia de aquél Sabio Loco. Vale destacar la honestidad con la que se asume el patronazgo y la capacidad para cantarle quiero-re-truco al mismo Aira. Tal como anticipa la contratapa de la novela, Aira es el villano de la historia y aquellos escenarios que fueron extraídos de la realidad para ser materia prima de su escritura, ahora Idez se los apropia para resignificarlos. Una vez dicho lo obvio sobre Aira, vale aclarar que aquellos lectores que no tengan lecturas previas sobre él, de ningún modo se verán excluidos del disfrute de la peripecia.

El género matriz es el de novela de aventura pero las transgresiones se hacen presente a lo largo de la historia. Por empezar, el personaje principal -y el que cumpliría el rol de héroe- es El Enano Más Sexy del Mundo, un paseador de perros con intención de ser escritor con un atractivo sexual avasallante, cuyo liderazgo ya se pone en duda desde su altura por lo que el hecho mismo de volverse héroe es uno de los mayores obstáculos que debe enfrentar. La acción comienza cuando su rutina, construida con una exactitud horaria, comienza a verse trastocada por la obstinada repetición de César Aira en todos los ámbitos de su cotidianeidad. Como todo héroe cuenta con compañeros que intentan ayudarlo y cuyos nombres y personalidades son iguales de excéntricos: “El típico puto nazi” o “El Dealer literario” son algunos de los que escoltan al protagonista en la hazaña donde las teorías conspirativas y teorías literarias se hacen lentamente transhistóricas para encontrar su punto culmine en el presente donde una realidad absurda encuentra una lógica convincente. También coincide con el género el desplazamiento espacial necesario para desarrollar la acción y, en este caso, el espacio se vuelve múltiple y excéntrico también ya que no sólo se abarca la ciudad y el campo sino también el mundo subterráneo.

Lo disparatado nace de discursos y referencias contemporáneas que hacen magnética a la novela y ahí es donde reside lo interesante de Ariel Idez que reconociendo la tradición introduce elementos cotidianos de una generación que no suele participar (al menos no todos juntos) de una historia: skinheads, punks, taiwaneses peronistas, restaurantes chinos, pequeñas editoriales independientes, entre otros, que se mezclan no sólo con César Aira sino también con otros escritores del parnaso consagrado de la literatura argentina como Luis Chitarroni.

Por último, si bien en ciertos momentos se asoma una decepción o una mirada adversa hacia la literatura contemporánea (y en alguna que otra entrevista que le realizan a Ariel Idez le preguntan sobre ello), su obra misma revela lo contrario porque en definitiva el arma con el que el villano de la novela opera no es más que la literatura misma.

La última de César Aira

Ariel Idez
2012 – Editorial Pánico El Pánico

Nota original: http://www.indiehoy.com/libros/la-ultima-de-cesar-aira-el-enano-mas-sexy-del-mundo-y-el-tipico-puto-nazi-recauchutados-por-ariel-idez/

El lado oscuro de César Aira │ La Nación

por Silvia Hopenhayn para La Nación │ Febrero de 2013

Qué trama un escritor? No es fácil saberlo. Los lectores a veces somos presas de esa urdimbre. Por eso es tan vertiginosa y por momentos hilarante la novela de Ariel Idez, titulada La última de César Aira. El tema es justamente lo que trama César Aira, puesto a funcionar como personaje maléfico de esta historia. La novela parte del mito del escritor creado por la publicación constante -irrefrenable- en distintas editoriales, casi una estrategia de dispersión entre los dogmas del marketing (Aira llegó a acuñar el lema “Primero publicar, después escribir”).

Lo cierto es que el escritor argentino, maquinista de un continuo narrativo que no cesa de escribirse en el aire de estos tiempos, provoca adhesión e intriga. Sin duda, significa un brutal golpe de contemporaneidad a lo Marcel Duchamp en plena Argentina del traspaso de siglo. Ya son tantas las novelas de Aira que pululan entre fanáticos, críticos o curiosos que, como las lógicas inconsistentes en la ciencia, sirven de punto de partida para postular un nuevo horizonte de la ficción, absolutamente argentino, es decir, francés o germánico, gaucho, barrial, ubicuo, mafioso, bibliófilo, villero, jocoso o acuciante.

La novela de Idez se ubica en esta zona frenética y suntuosa del sentido revoltoso de las palabras expropiadas, que se renuevan en la subjetividad. En su ficción, la pregunta del comienzo se vuelve real: ¿Qué trama César Aira? El protagonista es un escritor fanático de la obra de Aira que se convierte en su peor enemigo. Se llama Dante, también apodado “el enano más sexy del mundo”; se gana la vida como gigoló o, preferiblemente, paseando perros (bastante promiscuos, por cierto). En sus merodeos por la noche descubre al “verdadero” Aira cuando conoce a María en un cabaret, una prostituta virgen (costurerita de Pringles como un verdadero personaje aireano), que le revela el lado oscuro del escritor. Dante ingresa en una especie de laberinto del hampa en las catacumbas jesuíticas del barrio de Flores, liderado por César Aira, dueño del burdel y de otras redes mafiosas.

Un personaje sugiere el fundamento: “Todos los escritores son delincuentes frustrados.”

Idez combina la creación literaria de Aira con su mitología, por eso aparecen otros nombres afines al escritor, como el poeta Arturo Carrera o Luis Chitarroni, convertido en gurú de la literatura argentina. La novela es una verdadera pesquisa moderna que transcurre en el Flores desplegado en el mapa ficcional de Aira, convertido aquí en mapa urbano del tesoro de la lengua o del idioma de los argentinos. O de la Argentina misma: un país inventado por una forma de decir. De allí su originalidad y endeblez.

L a última de César Aira es la primera de Ariel Idez. Esta novela forma parte de una serie de publicaciones recientes de la colección Potlach de la editorial Pánico el Pánico, una de las pocas editoriales que aún no han publicado una novela de César Aira y, sin embargo, plantean nuevas perspectivas.

 

Nota original: https://www.lanacion.com.ar/1556238-el-lado-oscuro-de-cesar-aira

Josefina Ludmer, maestra de la crítica literaria, entrevista a un escritor joven: Ariel Idez │ Clarín

“La literatura no influye en la sociedad más que como un efecto derrame”

por Josefina Ludmer para Clarín │ Septiembre de 2012

Me encanta leer escritores menores de 40 porque dejan ver algo del movimiento de la cultura y lo cuentan de muchas maneras. Por ejemplo, la divertida y muy interesante novela La última de César Aira de Ariel Idez (Pánico el pánico, 2012), que hace su principio del epigonismo que caracteriza a la literatura argentina, es decir, de la tendencia de los escritores a inscribirse en determinadas tradiciones, corrientes estéticas o estilo de un escritor.

La última de César Aira cuenta los avatares de la publicación de una novela inédita de Aira por parte de una editorial de jóvenes, y es una apropiación de “la máquina Aira” (la “maquinAira”, dice algún personaje): diversión, improvisación, inteligencia, ligereza, personajes estrafalarios tratados como tipos (“el Enano sexy, puto y nazi”). Tiene dos tiempos, el realista y el delirante, separados pero juntos. Se habla nada más que de Aira, de una novela inédita de Aira, de ir a su casa para entrevistarlo, y se habla nada más que de libros.

–En una historia literaria como la argentina, tan cargada de epigonismos, declararse sucesor podría ser la condición de existencia de un escritor. ¿Por qué Aira?

–Bueno, por gusto, por placer y por capricho. Cuando leí a Aira por primera vez tuve una sensación de libertad que no había experimentado antes y me volví un fan. Leía todo lo que encontraba de Aira sin importar el género: teatro, ensayo, relatos y, por supuesto, sus novelas. Leer a Aira me producía unas irresistibles ganas de escribir… como Aira, y ahí estaba el problema, porque veía que era algo que estaban haciendo otros escritores. Entonces se me ocurrió escribir una novela aireana autoconciente de sus condiciones de producción, que me pareció una vuelta de tuerca y algo que no se había hecho hasta el momento. La narración como máquina de lectura también parte del propio proyecto de Aira. Sus novelas contienen pistas y sugerencias acerca de cómo deberían ser leídas, que fueron retomadas por la crítica. Entonces, si la obra de ficción (de Aira) estipulaba la forma en la que debía ser leída críticamente, ¿por qué no pensar en leer esa obra críticamente a través de un texto de ficción?

–¿Cómo contarías la historia de la literatura argentina de los últimos 40 o 50 años: después de Cortázar, digamos?

–Creo que hay varias historias, que confluyen en lo que actualmente podemos pensar como literatura argentina. No tiene que ver sólo con el nombre de unos escritores en la conformación de un canon, sino también con una historia de la lectura, de la producción y de los modos de circulación de los textos literarios: todo ha cambiado y ni siquiera el libro como soporte tiene garantizada su continuidad por estos días. Por un lado, creo que a partir de Cortázar, o tal vez de Puig, la literatura fue cerrándose sobre sí misma en un devenir minoritario, producto quizá del crecimiento de los medios masivos de comunicación y de otras prácticas culturales (como el rock) que lograron interpelar de forma más certera y directa a un público masivo. Hoy tengo la impresión de que la literatura no influye en la sociedad más que como un “efecto derrame”, como podría ser la influencia de Fogwill en las letras de Babasónicos. Esto también se advierte en las políticas editoriales: los grandes sellos publican autores consagrados o textos que asumen pocos riesgos estéticos, lo más interesante de la literatura contemporánea aparece en editoriales independientes como Pánico el pánico, Mansalva, Tamarisco, Stanton, Santiago Arcos, etc.

– ¿A quiénes pondrías en una historia literaria del presente?

–Creo que hay una constelación que se arma a partir de los años setenta y de la revista Literal, que promueve Fogwill en los 80 y que tiene en el centro a Osvaldo Lamborghini y a César Aira, acompañados por otros nombres como Héctor Libertella, Alberto Laiseca, J.R. Willcock, Copi. De todas formas me parece que la literatura es una máquina que funciona mejor cuando se le aplican engranajes que no encajan; es una máquina que hay que desajustar para que funcione. En ese sentido, como decía Libertella, “hay que irse al margen para llegar al centro”; es una literatura renovada por un polaco que escribe en castellano (Gombrowicz) o un argentino que escribe en francés (Copi). De los autores que no encajan los que más me gustan son Laiseca y Hebe Uhart.

–Una de las cosas que más me interesaron de tu novela es que la materia no sólo son las novelas de Aira, los personajes de Aira y la escritura de Aira, sino que se habla sólo de libros, de editoriales; el
dealer
es
dealer
de libros; los “negros” son los que escribían para los escritores del siglo XIX, que firmaban folletines. Ante esa referencia casi masiva, ¿pensás el apocalipsis con que se cierra la novela como algún fin de la literatura en papel y como el modo en que podría terminar la cultura del libro en el pasaje a la cultura digital?

–El final apocalíptico es otra cita de Aira, que abunda en ese tipo de cierres (como en Embalse o Los misterios de Rosario ). No creo que la cultura del libro desaparezca, a lo sumo el libro se va a volver un objeto de lujo, como sucede ahora con el vinilo; en la medida que los objetos culturales se desmaterializan sobreviene una oleada de “rematerialización nostálgica”. Lo que seguramente van a cambiar (ya lo están haciendo) los dispositivos electrónicos de lectura son los modos de leer y por ende de escribir literatura, aunque no creo que eso equivalga a un apocalipsis.

–Entiendo que tenés un título universitario: ¿te parece que esa formación es parte de la literatura o esta es algo así como un “espacio aparte”?

–Estudié Ciencias de la Comunicación, una carrera que estuvo de moda en los años 90. Se trata de una carrera muy extraña, que te recibe con un taller de escritura creativa de un año de duración y en la que los alumnos son bombardeados con una multiplicidad de saberes y prácticas diversas, muy distintas e incluso contradictorias entre sí, por lo que no me parece casual que muchos escritores de mi generación, como Pablo Katchadjián, Mauro Lo Coco o Esteban Castromán hayan salido de ahí.

 

Nota original: https://www.clarin.com/sociedad/literatura-influye-sociedad-efecto-derrame_0_Hk3ezmx3DQl.html

Aira, el antihéroe │ Revista Ñ

Ariel Idez utiliza todos los elementos de la literatura aireana para su primera novela, una parodia con estilo.

por Flavio Lo Presti para  Revista Ñ del diario Clarín │ 5 de julio de 2012

César Aira ha sido una esfinge para los escritores argentinos jóvenes. ¿Qué se podía hacer cuando semejante inteligencia nos había mostrado que la libertad se había vuelto su prerrogativa, que las formas de lo cómico habían sido agotadas en cien novelas por él mismo y que la seriedad estaba prohibida, como decía el narrador de una novela ya legendaria, “bajo el veto del absurdo”? Ariel Idez le dio carne a esa sensación generacional de pequeñez y la transformó en el protagonista de su primera novela (Dante, el enano más sexy del mundo), le dio un oficio digno de ser auscultado por la delirante etnografía aireana (es paseador de perros después de haberse dedicado a la prostitución) y un destino que lo enfrenta a Aira como a un camión que viene de frente: quiere ser escritor, y la hoja en blanco lo tortura mientras la obra del escritor nacido en Pringles se multiplica a un ritmo imposible, en una deriva criminal de la táctica de publicar en todas partes.

La novela de Idez toca todas las notas de la obra de Aira: los dobles, la ficción de etnografía urbana, la habitual estructura de thriller y aventura con batalla coreográfica final, los detalles de exotismo oriental (hay chinos invasores y taiwaneses peronistas) y el final escatológico, cuyo catalizador es Aira transfigurado en enemigo público y Sabio loco. Pero más allá del dominio perfecto de estos elementos “de armado”, el mérito principal de Idez es acertar donde fracasaron los epígonos: el calco de la prosodia, de los juegos retóricos que apuntan a la perplejidad, de la ficción vertiginosa de paradoja. Todo eso que en algunos se hacía ripio se vuelve gracia y parodia en la prosa de Idez, lo que produce una especie de mareo crítico: juego del burlador burlado, homenaje y exorcismo, La última de César Aira copia tan bien el funcionamiento de la frase aireana que por momentos hace sentir el mareo del Pierre Menard, esa doblez en el que ya no sabemos de dónde viene ni qué valor tiene lo que leemos, multiplicando las preguntas que la propia obra de Aira le dejó como una bomba insidiosa al indefenso campo crítico. Estos rasgos exigen tolerancia para el cuento de hadas para adultos, la andanada de chistes malos voluntarios y la falta de relieve psicológico de los personajes, pero los lectores de Aira y sus alrededores van a disfrutar (al margen del monumental trabajo formal de Idez por exorcizar y estar a la altura de su fantasma) el encuentro con el retrato de Arturo Carrera que empuña un arma y está aterrorizado por su compañero de juegos infantiles; la versión de Chitarroni transformado en oráculo ininteligible, manejando un Dacia 93 por la llanura en compañía del enano Dante; la perversa figuración, ubicua y en fuga, del César de Pringles: congelado como ícono con el buzo Legacy a rayas celestes y rojas, impresentable y refugiado en la complicidad de una crítica amenazada, manejando la prostitución en el barrio de Flores y planeando terminar con esa ficción literaria que llamamos Argentina.

Nota original: https://www.clarin.com/resenas/aira-el-antiheroe_0_BJEiwM3wXg.html